En las tesis de la izquierda radical, por lo general (y no conozco ninguna excepción), no existen planteamientos ofensivos en pro del socialismo, como teoría principal que ocupe la mayor parte de sus documentos. Marx nos proporcionó el método teórico para la crítica de la economía capitalista; pero lo que se viene haciendo, en modo obsesivo y “excesivo”, es explicar sólo una parte de la realidad, centrada en sus actividades magnas-especulativas. De mil maneras describimos, siempre a nivel de élites politizadas u organizadas, cómo este sistema explota, divide, mata, especula, corrompe, invade pueblos, los saquea; de como en estos años recientes, desde la troika, han cargado a las clases populares con los costos de sus robos y con su crisis, de cómo el “reformismo político y sindical cae en la red del capital y colabora con él; insistimos en la denuncia sobre sus desmanes y crímenes constantes contra la humanidad y el planeta. Y aunque de todo esto sacamos conclusiones teóricas, que suelen ser correctas; sin embargo nos hace olvidar lo concreto entreteniéndonos en “confrontaciones”, de altura, nacionales e internacionales, mientras que, como si estuviéramos ciegos, chapoteamos impotentes tragándonos sus contradicciones en el cenagal del desempleo, de los recortes en derechos laborales, salariales y sociales. Justamente, en la base central de la lucha de clases. Son por ello, denuncias y críticas, que sirve de poco, ya que no pueden ser comprendidas por no ir vinculadas a la aplicación de una filosofía, subversiva-ofensiva, dirigida a las masas, que las llene de razón y las ponga en pie de “guerra”, seguras de poder reventar y vencer al capitalismo, convencidas de que están apuntando y disparando al corazón de sus contradicciones.
De modo que, con la actual actividad crítica, no dispondremos de las masas para grandes luchas; y si acaso se lograra disponer de ellas, en momentos dados, en movilizaciones espontáneas por situaciones extremas, las luchas serían efímeras por estar huecas de contenidos y sin perspectivas revolucionarias. Porque no tendrían esa propuesta (científica y sencilla) entendida y asumida para defenderla. Y de nuevo, en vez de ahogar al sistema capitalista, nos ahogaríamos nosotros en la complejidad de una crítica hacía las ramas (hacía las alturas) sin comprensión por la base y sin alternativa en la raíz de la confrontación de clases.
Es decir, explicar hasta la saciedad la perversidad del sistema capitalista, sin explicar al mismo nivel, (como mínimo) las bondades de la sociedad socialista, es incurrir en un grave error de dialéctica y por tanto de praxis. Hoy, con más razón que nunca, nuestra filosofía de vida ha de impregnarse en las masas. A partir (por supuesto) de explicar la realidad social que impone el sistema capitalista, por una parte, y por otra (con más intensidad y espacio) compararla con la sociedad que ya podría establecerse, sin el capitalismo.
¿Qué diría hoy aquel fantasma que recorría Europa aterrorizando a la burguesía? Ya por entonces Marx y Engels, en el capítulo II del Manifiesto Comunista, escribieron desnudando las mentiras capitalistas y las verdades del proyecto: “…en la sociedad comunista, el trabajo acumulado será por el contrario, un simple medio para dilatar, fomentar y enriquecer la vida del obrero”.
Es por tanto tarea permanente, por considerarla la más importante y efectiva, propagar insaciablemente que este mundo, debe desaparecer porque se puede construir uno infinitamente mejor para la mayoría de los seres humanos; más cuando la crisis (ésta más que ninguna otra) es consecuencia de un magno y absurdo desarrollo, pero a su vez de una enorme riqueza, que no se reparte y, que se acumula en grupos minoritarios de la humanidad, quienes la utiliza para obtener más beneficios y dominio sobre la clase obrera.
En esta principal tarea, hemos de repetir y repetir, con toda la vasta guarnición de argumentos que tenemos de nuestra parte, que vivimos en una realidad de brutales contradicciones del capitalismo y por ellas, de injusticias, que las padece esa inmensa mayoría de la humanidad, sufriendo carencias vitales, cuando las condiciones que tenemos de avances y desarrollo, podrían permitir que todas las personas vivieran “como en los cuentos de las mil y una noche”.
Esta verdad habría que situarla en todo momento y lugar, muy por delante de todas las demás denuncias, reivindicaciones y explicaciones. Esta verdad habría que impregnarla en la mente de toda la clase oprimida y explotada, especialmente entre la juventud. Y por supuesto, fomentarla en amplios sectores de “clases medias”. A estos, también se les ha de hacer comprender que el sistema de mercado ya no tiene más salida que la de seguir oprimiéndonos a todos, sin límites, destruyendo el ecosistema y reventando el futuro de quienes vienen a continuación: nuestros hijos y nietos.
Hemos de lograr que calen en las masas razones contundentes, como las de que la humanidad ha alcanzado ser inmensamente rica por sus esfuerzos, por sus descubrimientos y logros, por lo que ya es posible (desde hace mucho tiempo), que las personas puedan vivir muy bien en todas partes de la tierra, haciendo un uso correcto de esta riqueza. Siendo por ello cruelmente aberrante que suceda todo lo contrario, por culpa de esa minoría que lo evita. Hemos de hacer saber, a todas las personas que son negativamente afectadas, que contra esta minoría (ciertamente bien pertrechada y armada) no nos dejan otra alternativa que enfrentarnos a ella y vencerla, por la liberación y la salud de este mundo. El medio ambiente no solo dejará de ser agredido, sino que podrá compaginar el aumento de su calidad, con el de la calidad de vida del género humano. Por eso se ha de lograr, que estas verdades (planteadas de mil formas y ejemplos) estén, en todas partes de la tierra, a disposición de las masas para que las hagan suyas. La lucha por la base, local y nacional, imprescindiblemente, ha de hacerse extensiva a nivel internacional.
Se ha de tener presente que Marx, científicamente, diagnosticó que el capitalismo estaba condenado a llegar a límites como en los que nos encontramos y no tendría más alternativas que claudicar o imponer niveles de desmanes y criminalidad ilimitados. Debemos ser conscientes de que hoy nos encontramos en ese proceso y disyuntiva: actualmente, su resistencia a sucumbir, ya ha logrado imponer grandes porciones de caos y “barbarie”.
Dentro de la realidad en la que nos encontramos, si queremos de forma efectiva incidir en las masas que sufren, hemos de actualizar y resaltar, como decía anteriormente, con más intensidad que nunca, nuestra filosofía revolucionaria de la abundancia sin repartir, plasmando criterios a la altura y ritmo que lleva la ciencia: somos más ricos, ¡muchísimo más!, luego entonces, no podemos cansarnos de insistir: hemos de vivir “infinitamente” mejor, y no, lamentablemente peor. Hagamos comprender, al conjunto de la clase obrera, que nuestros logros nos pueden y nos deben permitir repartir el esfuerzo de aportación social (trabajo), dedicando, a este, una inimaginable reducción de jornada; pudiéndose disfrutar de la vida en enormes espacios de tiempo libre. Como dijo B. Brecht: ¡la vida hay que beberla a grandes tragos!
Digamos que, en este sentido, se cambiaría la absurda y criminal obsolescencia programada de los productos y la pésima atención en los servicios, que impone el sistema capitalista, por la programada calidad productiva y servicial que se establecerá en él socialismo; lo que generará aún mucho más tiempo libre y mayor atención en los servicios sociales, con magnos beneficios para todos los seres humanos. Propagar campañas “ensordecedoras” con estos contenidos, supondría sin duda alguna, llegar a miles y miles de jóvenes, inquietos por su futuro, por la deriva del ecosistema, por sus anhelos de conocimiento y de poder disfrutar de la vida.
Hay que explicar el socialismo, porque este ha sufrido varapalos importantes, que el capitalismo ha sabido profundizar y escampar, atiborrando a las masas de mentiras contra el mismo y contra el comunismo; con una incapacidad de infarto, por nuestra parte, para contrarrestar todo ese torrente de manipulación. Lo cierto es que, las masas hoy, asocian socialismo con la Rusia del socialismo “real”, así como con el de los demás países del pacto de Varsovia, hábilmente tergiversados y difamados con los potentes medios capitalistas. Igualmente y por otros motivos, los partidos que se llaman socialistas en Europa, obstruyen y confunden, aún más, la comprensión de su significado.
Los hechos están ahí, por lo que hemos de ser ofensivos y (sin limitarnos en dar explicaciones de los errores cometidos en los países socialistas del este, que fueron muchos) se ha de decir, que a pesar de su mala praxis, aquel “engendro” de socialismo fue (sin duda) mejor que lo que ahora tienen estos pueblos. La vida de la clase obrera era infinitamente mejor que lo que les ha impuesto el capitalismo. Y a consecuencia de su desaparición, el capitalismo ha impuesto su globalización. De modo que, con lo aprendido por esa experiencia y con la enorme riqueza existente en todos los conceptos, sería mucho más sencillo establecer y desarrollar felizmente el socialismo. Ya dijo Marx, que una vez hecha la revolución, era más fácil construirlo repartiendo abundancia que miseria.
De modo que, nuestros lemas deben ceñirse a la verdad existente de avances y abundancia, dejando claro insistentemente que ha sido logrado por l@s trabajador@s y de que lucharemos hasta apropiárnoslo todo, para disfrutarlo en esta única vida que tenemos. Ha de haber un compromiso ineludible de todas las organizaciones de la izquierda radical, comprometiéndonos a dejarles a los pueblos un mundo de verdadero bienestar social, de libertad, de paz y de solidaridad.
Así, en base a la realidad de avances científicos y técnicos, se ha de corregir ese voluminoso error histórico, consistente en él estancamiento de aspiraciones de los trabajadores que, salvo excepciones, generalmente quedaron obstruidas, a partir de la última década del siglo 19, (por situar una fecha aproximada), agravándose en todo este camino, desconcertante de la clase obrera, con la crisis de 1914, primera guerra mundial; con el Crack del 1929 y con la segunda guerra mundial; donde precedentes claros, muestran la debilidad y desaciertos de las organizaciones revolucionarias en Europa, especialmente en Alemania. Las importantes movilizaciones de los años sesenta y setenta del siglo XX, tanto en Europa como en los EE UU, fueron apagadas, no tanto por la ofensiva del capitalismo estadounidense y europeo, bien planificada por sus reaccionarios e inteligentes colaboradores de la sociología, la economía y la política; sino esencialmente, por la inconsistencia ideológica de las organizaciones comunistas. Un defecto que en estos momentos continúa brillando por sus resultados. Es evidente que los PCs de Europa no sólo no han avanzado sino que se encuentran estancados y retrocedidos.
Pueden constatarse las diferencias entre las aspiraciones e inquietudes de lucha, en las masas trabajadoras ya desde el siglo 18, pero sobre todo desde el 19 (según el desarrollo que había y la filosofía revolucionaria que las orientaba), con lo que hoy son las propuestas reivindicativas de las mismas.
Todo este desvarío viene arrastrando, a su vez, mayor incomprensión, desorganización e insolidaridad entre la clase explotada, abocada a confrontaciones en su propio seno, por los fangales competitivos que impone el capitalismo, como sabemos y veremos más adelante.
A modo de comentario, valga para que dentro de nuestro método de análisis, los “camaradas atrevidos” se ahorren argumentos inapropiados, pues no sería la primera vez que a este enfoque dialéctico y revolucionario de nuestra filosofía de vida, con la que debemos impregnar a todos los militantes (y estos a la gente del pueblo), se responda con que eso ya lo sabemos y que ya lo explicaremos y estableceremos cuando consigamos el socialismo. Los de esta opinión, como la de quienes no responden con ninguna otra (sin asumir la tesis), denotan no haber comprendido el significado del error histórico, acumulado en él tiempo y, por tanto, están condenados a seguir embozados en aspiraciones decimonónicas, sumidos en teorías secundarias e inmediatas, en estrategias desacertadas y en estancamientos organizativos. Son consecuencias de una aplicación filosófica marxista irreal y acientífica (de esa praxis) que se fue desajustando en el transcurso del tiempo.
Al hilo de esta tesis, hice la pregunta a dos amig@s activistas, que estaban cerca de mí, cuando la escribía, les emplacé a que me respondieran a la misma: una no dijo nada, creo que no la entendió; otro, me contesto (con lo que estaba seguro que me respondería y como creo que lo haría el noventa y muchos por ciento de militantes y dirigentes de la izquierda radical, pues no era la primera vez, como señalo en el párrafo anterior, que se me respondía de este modo): “eso, lo de la sociedad de ensueño, ya la podremos establecer cuando hayamos conseguido el poder. De modo que, lo primero es vencer al capitalismo”. Una vez leídos o escuchados mis argumentos, es incomprensible que alguien pueda pensar que yo aspiro a construir el socialismo de la mano de los Rockefeller…
Dejémonos fluir este interrogante: ¿por qué las masas “trabajadoras” tienen que indignarse y luchar con más motivo, por la salida de la OTAN, por el desmantelamiento de las bases, contra la troika, contra el TTIP, contra la deuda, contra, el euro, contra la banca privada, contra el fraude fiscal, contra la evasión de capitales, contra los recortes sociales, contra las agresiones al medio ambiente, contra, contra, contra… y no a favor de esa sociedad de ensueño real, socializada, desalienada y placentera, que ya es posible establecer, porque a su alcance dispone de todos los medios?
No estoy negando la importancia de esas otras denuncias, rechazos y reivindicaciones (que tampoco pueden lograrse sin revolución), lo que pretendo es que se entienda que las masas oprimidas hoy no tienen referentes claros por los que entusiasmarse y motivarse para pelear por el socialismo y el comunismo. Y mientras esto no ocurra, mientras la gente del pueblo no haga suyo el proyecto (totalmente realizable) de esa sociedad diferente e infinitamente mejor que la que hoy se les impone primero; continuaremos retrocediendo, y segundo; no avanzaremos con paso firme hacia ese fin; no crearemos las condiciones para que miles de jóvenes se dispongan a luchar y a organizarse. Y sin esto, tampoco comprenderán (tomarán conciencia) del papel que juegan los gobiernos del capitalismo de Europa, de los EE.UU. y su OTAN. Si la clase obrera, si los estudiantes no toman conciencia de los obstáculos inmediatos, cercanos, (centros de explotación y desempleo, abundancia y carencia) que dificultan el desarrollo para poder tener una vida digna y holgada, difícilmente podrán adquirirla (ni siquiera someramente) por otros mecanismos económicos y sociales de carácter nacional o supranacional, todo y que están estrechamente vinculados.
Por otra parte, si así se hubiera actuado, si se hubiera combatido con el peso de agitación de esa realidad de abundancia (en situaciones como estas de contradicciones extremas del actual sistema) el capitalismo no se hubiera atrevido a imponer retrocesos y de haberlo hecho, la clase obrera y otra mucha gente en general, no lo hubiera permitido. La crisis, por el contrario, nos hubiera servido para avanzar y no para retroceder. El capitalismo lo hubiera tenido muy difícil, esta vez, para trasvasar sus contradicciones a la clase obrera.
Por ello insisto, en que lo dialéctico, lo acertado en nuestra estrategia revolucionaria, es “bajar” el listón de la explicación de cómo se lo monta el capitalismo; subiendo al nivel que corresponde,[book id=” /] el de ese otro que ha de exponer en nuestros días, (muy bien “dibujado”) el sistema por el que luchamos. En todo caso la crítica sobre el capitalismo; de sus magnas aberraciones en hedor y muerte, así como de todas sus salpicaduras en abusos múltiples socio-laborales, económicos etc. que afectan mayormente a la clase obrera (los que de forma inevitable vamos denunciando y abordando día a día), deben servirnos para ejemplarizar el sistema de maldad infinita e inevitable; pero a su vez, han de ser ensombrecidos por campañas permanentes y potentes de: ¡ya es posible, deseamos disfrutar de la vida! ¡Lo queremos todo, porque todo es nuestro y lo vamos a coger!
Es evidente que, en un principio, poner en marcha esta ofensiva será lenta, no sólo por la debilidad organizativa y de retrocesos laborales y sociales en los que nos encontramos, sino porque costará comprender esa realidad a la que aspiramos, pues se tendrá que explicar con toda su envergadura en un gran salto, cruzando ese abismo en el que estamos detenidos, pasando de unos contenidos desfasado, a su actualización. Es decir, todo aquello que, paralelamente a los avances, se debería haber teorizado y reivindicado, a lo largo de muchos años (y quizás hasta conseguido), hoy lo tendremos que acoplar y explicar de golpe a nuestro tiempo. Hay que decir la verdad porque es lo revolucionario, por muy inalcanzable que aparezca y por mucho que cueste su comprensión. Habrá que detestar (de una vez por todas) propuestas acientíficas sobre diversas cuestiones y concretamente sobre reparto de trabajo. Dejemos de insultar la memoria de la clase obrera del siglo XIX, “razonando hoy” en base a jornadas de 35, de 30… horas, cuando hasta el sistema capitalista ya nos ha mostrado que, con cimas de parados y con jornadas de dos horas (en muchos casos), sobra tiempo de trabajo. Todo y teniendo en cuenta, como sabemos, que en el capitalismo, la mayor parte del esfuerzo es inservible y perjudicial para la calidad de vida de la mayoría de la humanidad y del planeta. Los datos contractados que se tienen al respecto son escalofriantes.
J.Estrada Cruz