Miles, millones de personas se van lejos de su entorno en cualquier parte del mundo. Unas se van con falsas promesas de una vida mejor, otras porqué son arrojadas de las tierras donde obtenían su sustento, otras por miedo e impotencia ante la represión, otras por pura subsistencia ante la falta de agua y comida, otras por invasiones militares euro-americanas, y otras para valorizar sus conocimientos en el mercado del saber y vender su cerebro a un mejor precio.
Detrás quedan las personas ancianas, desvalidas, pobres de solemnidad, criaturas,… y detrás de cada persona que emigra de su lugar de origen hay una historia diferente, un pensamiento diferente, unas aspiraciones diferentes. Hay quienes se enfrentan a las dificultades, a las amenazas, a las carencias, a las desigualdades y luchan para que éstas desaparezcan de su entorno. Hay quienes ante las dificultades huyen y buscan espacios nuevos donde rehacer sus vidas.
Pero este mosaico es solamente una parte de la historia, la otra parte está formada por un conglomerado ávido y rapaz que tiene un nombre: capitalismo.
Y desde hace mas de quinientos años el capitalismo, en diferentes etapas y con diferentes métodos, ha ido invadiendo, saqueando, asesinando, explotando la humanidad entera convirtiendo las cosas y las personas en simples mercancías. Unas minorías autoproclamadas ilustradas, desarrolladas, civilizadas han destruido culturas, técnicas y sociedades que no coincidían plenamente con sus objetivos: la revalorización constante del capital.
En este periplo de muerte y devastación, durante siglos, las mayorías “incultas”, “subdesarrolladas” e “incivilizadas” eran mantenidas, en su inmensa mayoría, en sus lugares de origen extrayendo de ellas el máximo beneficio posible mediante la fuerza de las armas: el llamado capitalismo colonial.
Pero ¿Cómo ha sido posible que durante siglos una ridícula minoría haya subyugado a la inmensa mayoría? ¿De donde se nutrían los ejércitos que invadían, saqueaban, asesinaban y defendían la explotación? Fundamentalmente de las clases populares, a través de los ejércitos de leva obligatoria.
Después de la segunda guerra mundial, paulatinamente se han ido desintegrando los ejércitos obligatorios y se han convertido en empresas las cuales, mediante un contrato de trabajo, disponen de miles de personas cuyo quehacer laboral es matar, destruir, asolar. Lo que vulgarmente se llama mercenarios pero que tienen muy poca diferencia con los obreros industriales que mediante un contrato de trabajo fabrican bombas, misiles, minas, aviones, helicópteros, tanques y drones, etc., campo en que la ingeniería tiene un vasto ámbito de trabajo y de autosatisfacción . Sin olvidar la gran cantidad de municiones y fusiles de los cuales el Estado español es uno de los grandes exportadores para que puedan ser utilizados por obreros de la empresa militar y así mantener los puestos de trabajo.
Este conglomerado militar, necesario para la acumulación del capital, precisa de un consenso social para poder mantenerse. Dicho consenso precisa, asimismo, de una base argumental ética la cual se va modificando en el transcurso del tiempo acorde a los cambios sociales que se producen. Así como en un momento determinado la base argumental ética era el peligro comunista que atentaba contra la libertad individual, una vez desaparecido éste, los laboratorios de investigación sociológica de los centros capitalistas han elaborado nuevos enemigos de la civilización occidental mediante grandes campañas mediáticas sobre el peligro árabe.
En un momento determinado el capitalismo se encuentra en una encrucijada, pues las campañas mediáticas no dan todo el resultado apetecido y se hace difícil convencer a los ciudadanos euro-americanos de la necesidad de mantener e intensificar las guerras de rapiña. Es entonces cuando se inyectan inmensas fortunas para crear ejércitos informales cuya misión es la extensión del llamado terror en estrecha colaboración con los medios de comunicación, incluyendo atentados en los mismos centros de poder.
De este modo se han podido perpetrar en los últimos años las agresiones y destrucciones de países enteros sin que la protesta por ello pasara de algunos happenings callejeros de un día de duración. De todos modos, los centros capitalistas euro-americanos mantienen recelos en cuanto a la posibilidad de una radicalización de las protestas y así, paralelamente a los presupuestos para las invasiones y destrucciones, han dedicado inmensas cantidades de dinero para atraer a una parte importante de la sociedad que se mostraba crítica con las invasiones y una de sus consecuencias: Los miles, millones de personas que huían de las masacres.
Llegados a este punto, paralelamente a la justificación de las guerras de rapiña, se ha lanzado un llamamiento a paliar las consecuencias de las mismas, tarea encomendada a las organizaciones caritativas mediante jugosas o no tan jugosas subvenciones, construyendo un enorme montaje propagandístico en el cual los “second hands dealers of ideas” compuesto por fotoperiodistas, escritores, académicos, tertulianos televisivos, novelistas, políticos, etc., están jugando el papel central en cuanto a la justificación de las guerras.
Una premisa para obtener las subvenciones es la ocultación de las causas que originan los desplazamientos de millones de personas, toda la actividad ha de estar relacionada con las consecuencias, dando además un margen de maniobra para trasladar la crítica y los pretendidos enfrentamientos dialécticos en el seno de las organizaciones y formaciones políticas que se disputan los presupuestos destinados a la acogida de unos pretendidos refugiados.
Aunque las naciones que forman parte del complejo capitalista euro-norteamericano, si bien están de acuerdo en respaldar las invasiones mediante un constante aumento de los gastos militares, no todas están en la misma disposición de colaborar presupuestariamente en la financiación de los flujos migratorios ocasionados. Las naciones con más bajos índices de natalidad y con unas industrias tecnológicas más avanzadas son las más dispuestas a escoger, de entre los millones de personas desplazadas, aquellas que pueden cumplir un papel importante en su estructura social.
De este modo, en un primer momento, no se abren las fronteras a cualquier persona, sino a aquellos colectivos capaces de ocupar los vacíos que los habitantes autóctonos de las sociedades euro-norteamericanas son incapaces de llenar.
La atención a los servicios personales, la limpieza, el cuidado de ancianos, los trabajos domésticos, el trabajo en la agricultura, en la construcción, en la minería, el tráfico de drogas, la prostitución tanto masculina como femenina, son exigencias de los ciudadanos euro-norteamericanos pero no están dispuestos a realizar estas tareas que al mismo tiempo las consideran muy por debajo de los status adquiridos y las promesas que les han sido realizadas como miembros de la llamada sociedad del bienestar.
Una mal denominada solidaridad se transforma en un acto de contrición y purga de los pecados laicos de las llamadas izquierdas mediante la cual se espera obtener el perdón de aquellas personas a las cuales se las ha humillado, robado, asesinado y destruido. Y aparece así una nueva fuerza de trabajo mayormente precaria, alguna sin retribución que llena las listas de las denominadas ONG,s que realizan el trabajo de limpieza de los escombros que dejan tras de sí los ejércitos mercenarios.
Hasta aquí una parte del drama.
La otra parte del drama es intentar responder a la pregunta siguiente: ¿Quién dispone de la estructura y organización suficiente para vehicular millones de personas en un corto espacio de tiempo?. Evidentemente las organizaciones que están más estrechamente vinculadas o son parte de las fuerzas atacantes euro-norteamericanas. Y otra pregunta: ¿Porqué en el caso sirio se ha financiado y estimulado la huida de tantas personas?
La respuesta a estas preguntas viene determinada por el resultado de las acciones militares. En las invasiones de Afganistán, Irak y Libia con el triunfo militar de las fuerzas invasoras euro-norteamericanas, no se propició una fuga masiva de personas sino que después de una estricta selección, a unas se las asesinó, a otras se las mantuvo para el proceso productivo y a otras se les concedió asilo en Europa o Estados Unidos. En el caso de Irak, tal vez el más sanguinario, se destruyó toda la infraestructura de un país moderno, las universidades, las mejores del mundo árabe, fueron saqueadas y el cuerpo de catedráticos e investigadores que no mostraron su adhesión incondicional a las fuerzas ocupantes eliminados físicamente, así como la ingente cantidad de personal técnico y de ingeniería. Su espacio y sus tareas las ocuparon técnicos de corporaciones multinacionales.
En Siria, al no haber conseguido una invasión por intervención directa de sus tropas, la estrategia euro-norteamericana ha sido distinta. Primero la destrucción sistemática de las infraestructuras como puentes, líneas de ferrocarril, aeropuertos, canalizaciones de agua, centrales eléctricas, plantas potabilizadoras, escuelas y hospitales. Paralelamente a ello la implantación del terror mediante los escuadrones de la muerte mercenarios y una campaña mediática a nivel internacional mediante noticias falsas con objeto de crear consenso en torno a la necesidad de dedicar suculentos presupuestos para mantener dichos ejércitos mercenarios sin necesidad que los ciudadanos euro-norteamericanos sufrieran bajas mortales.
Pero a pesar de las enormes sumas de dinero dedicadas, no ha sido posible una victoria militar y con ello la imposibilidad de fragmentar el país creando un seudo-estado en el norte el cual, de haber prosperado, hubiera tenido inmediatamente el reconocimiento internacional de la Unión Europea, de Estados Unidos y de los países subordinados a ellos.
Llegado un momento en que se vislumbra la imposibilidad de una victoria militar ya a finales de 2015, y viendo que las grandes sumas de dinero dedicadas a pagar los ejércitos mercenarios no eran rentables para el capital, se optó por una estrategia similar a la establecida por EE.UU. respecto a Cuba en los años 60.
Dos líneas de actuación fueron los ejes de dicha estrategia, uno el efecto llamada hacia los profesores, catedráticos, técnicos y profesionales para que abandonaran el país, creando así un vacío tanto en el sistema productivo como en el sistema educativo y de salud. Al lado de esto una campaña mediática sobre los peligros del comunismo respecto a la familia, cuyo eje central era que el nuevo Estado secuestraría y alejaría los niños y niñas de sus respectivas familias, así se organizó la llamada Operación Peter Pan en la cual miles de niños y adolescentes eran sacados de Cuba y enviados hacia EE.UU. Uno de los objetivos de esta campaña era crear un vacío demográfico cuyas consecuencias se verificarían a medio plazo.
En Siria, se ha reeditado algo similar a esta estrategia. Según Thierry Meyssan mediante centenares de organizaciones humanitarias aliadas del capitalismo euro-norteamericano, se han destinado millones de dólares para pagar los pasajes a una multitud de técnicos, profesionales, profesores universitarios además de niños, adolescentes y jóvenes, con la promesa de una acogida en diversos países de Europa y América. Mediante estas acciones cívico-militares se pretende crear un vacío en Siria que dificulte en extremo la defensa del país y la reconstrucción posterior.
En Siria, antes de la intervención euro-norteamericana habían 22.650 centros educativos todos ellos públicos y gratuitos. Del 2011 al 2015 se habían destruido por parte de los ejércitos mercenarios 5.600 incluyendo las universidades y el asesinato de más de 500 catedráticos. El ratio de médico por persona era de 1:600 todo en el sistema público y gratuito, y del 2011 al 2015 se destruyeron 57 grandes hospitales y 37 fueron clausurados por peligro de ser atacados o por daños graves en sus estructuras.
Pero a diferencia de los años 60 del siglo XX, que en los países altamente industrializados se dedicaba una parte importante del presupuesto a crear universidades, centros de investigación, centros industriales y una red de asistencia social mantenedora del consenso, hoy, la situación ha cambiado radicalmente. El decrecimiento de la tasa de ganancia, que decía Marx, hace que el capital dedique menos presupuesto y hable constantemente de adelgazar el Estado, es decir dedicar menos presupuesto a educación, sanidad y servicios sociales. La consecuencia es una pérdida de las percepciones salariales, una inseguridad en cualquier ocupación derivada de presupuestos estatales y una competencia internacional para apropiarse de los conocimientos.
Para mantener a la baja el precio de la venta de la fuerza de trabajo es preciso la existencia de un excedente de ésta. Para los trabajos que no precisan calificación profesional hace años que ya se abrieron las fronteras, con dificultades, pero estas dificultades están concebidas como una fase de entrenamiento previa a las dificultades que habrán de afrontar posteriormente las personas inmigrantes. Como más dificultades encuentren para su entrada en Europa o Estados Unidos, más dispuestas estarán a aceptar cualquier trabajo por precario que éste sea.
Pero hace ya menos años que el efecto llamada se dirige hacia profesionales de todo tipo, desde médicos hasta profesores universitarios, los cuales realizan sus trabajos en condiciones inferiores a sus homólogos autóctonos lo cual representa un beneficio complementario para el capital.
Si durante un siglo ha sido una estrategia general del capitalismo el robo de conocimientos de los países denominados del tercer mundo, esto se realizaba mediante la política de becas. Cualquier profesional que destacara en alguna especialidad a pesar de las precariedad de condiciones en las que se encontraba, era automáticamente candidato a una beca para cursar especialidades o investigaciones en algún país euro-norteamericano y el resultado de sus investigaciones iban a llenar las arcas de las empresas multinacionales y en detrimento cada vez mayor de las posibilidades de desarrollo técnico y científico de sus países de origen.
Pero las becas también cuestan dinero, y muchos países fuera de la órbita directa euro-norteamericana fruto de su propio desarrollo basado la mayor parte de veces en las industrias extractivas, han construido escuelas, universidades y centros de investigación, con lo cual cada vez era más costoso convencer mediante la política de becas la extracción voluntaria de técnicos y científicos ya que formaban las clases medias de sus países. Una situación bélica, junto a la destrucción de los centros de investigación y educativos, el miedo generado por el terror y un pasaje junto a una cierta cantidad de dinero y un teléfono satelital ha sido el equivalente precario a las becas, y estos técnicos llegados a otro país en precarias condiciones estarán dispuestos a vender su conocimiento a muy bajo precio.
Seguramente será por esto que los primeros en oponerse a las políticas restrictivas de acogida de refugiados sean las Universidades, tanto en Europa como en Estados Unidos. Se frotan las manos solamente de pensar que dispondrán de titulados universitarios de bajo coste. Todo a mayor gloria del capital.
El editorial de El Punt Avui de 14 de febrero de 2017 apuntaba en esta dirección:
“El Canadà, un país de 35 milions d’habitants i amb un 21% d’immigració, ha acollit, en els darrers 15 mesos, 40.000 refugiats. El Canadà, a més, preveu acollir-ne 25.000 més en el que queda d’any i arribar fins als 300.000. A banda, té en marxa un pla que facilita un subsidi als nouvinguts, habitatge i ajuda per trobar feina i escola per als fills. Tot i que, òbviament, hi ha veus internes en contra, l’OCDE acaba de certificar que els nouvinguts han fet pujar un 31% el nombre d’empleats qualificats i, per tant, han fet augmentar la competitivitat de les seves empreses”.
Este editorial poniendo como ejemplo Canadá sigue estrictamente las órdenes de la OCDE que en Noviembre de 2014 editó un monográfico especial “Perspectivas de las migraciones internacionales” el cual se centraba en, textualmente, “Obtener el máximo beneficio de la migración” y planteaba unos ejes básicos:
“. El número de migrantes con educación es cada vez mayor y los países se beneficiaran al dar a estos inmigrantes la oportunidad de desplegar sus habilidades.”
“. Los migrantes son un recurso, no un problema. Los países tienen que reconocer las habilidades de los migrantes especialmente a los que tienen títulos académicos.”
“. La inmigración tiene que ser vista como una inversión que van a pagar a largo plazo, con una mayor productividad.”
“. A pesar de las altas tasas de desempleo, la inmigración aun tiene un papel a desempeñar en las necesidades del mercado laboral.”
“. Los países no pueden obtener el máximo rendimiento de los inmigrantes sin la colaboración de sus ciudadanos.”
Esta coincidencia entre las propuestas de la OCDE y las campañas favorables a la acogida de teóricos refugiados amparadas por una llamada izquierda progresista deberíamos ver a que se debe si a que la OCDE se ha convertido en una institución de carácter revolucionario y progresista o que tal vez esta izquierda progresista se ha vuelto extremadamente conservadora i defensora del productivismo aliado al incremento de los beneficios del capital.
Entre los apologistas de visualizar los efectos y esconder las causas y los causantes, se han destacado los que pretenden hacer un paralelismo entre los refugiados de la guerra civil española y los llamados refugiados sirios, estableciendo como deber humanitario nuestro una justa correspondencia con la acogida que diversos países brindaron a los exiliados republicanos.
Es preciso desentrañar tamaña falsedad. En el caso de España, los golpistas nazi-fascistas triunfaron y las fuerzas republicanas fueron derrotadas con la consiguiente represión de centenares de miles de asesinados y el exilio era la única escapatoria ante una muerte cierta, pero durante los años de guerra, los defensores de la legalidad republicana no huyeron al extranjero, sino que permanecieron en el país para defenderlo aún a costa de la propia vida.
Situación totalmente distinta de la actual Siria, donde quienes están siendo derrotados son las fuerzas invasoras euro-norteamericanas y las actuales leyes sirias por la paz y la reconciliación aseguran una amnistía total para aquellos grupos opositores que se alejen de la órbita imperialista invasora, acuerdos que se han llevado a cabo ya en más de 1.500 localidades i ciudades en las que ha cesado el enfrentamiento y en las cuales no ha existido represalias de ningún tipo.
Y aquí cabe unas reflexiones finales.
Tal vez, desde una perspectiva mínimamente progresista, se debería en primer lugar realizar un trabajo militante de “esclarecimiento de la verdad” respecto a Siria, de la derrota de las fuerzas mercenarias euro-norteamericanas y de los componentes cívico-militares, las llamadas ONG,s, que a excepción de la Media Luna Roja, curiosamente han desaparecido de Siria cuando más falta hace un apoyo a la reconstrucción en las zonas liberadas de mercenarios.
Tal vez, la llamada izquierda transformadora, en lugar de cortos viajes asistenciales a los centros de refugiados, que tienen más de “experiencia vital personal”, que de compromiso indefinido, deberían plantearse como realizar una tarea parecida al internacionalismo solidario, colaborando en la reconstrucción de cientos de pueblos y ciudades sirias.
Tal vez, se trataría de explicar a los miles de inmigrantes sirios que no hagan caso de los cantos de sirena del capitalismo euro-norteamericano y que tras la derrota de las fuerzas invasoras su labor debería ser la de ayudar la reconstrucción de su propio país, ya que de lo contrario el capitalismo habrá logrado uno de sus objetivos: Multiplicar las dificultades de reconstrucción, con la idea puesta en que estas dificultades puedan servir de caldo de cultivo de próximas intentonas militares.
Tal vez los acuerdos recientes entre la República Islámica de Irán y la República Árabe Siria en materia comercial e industrial suavizarán el tortuoso camino de la reconstrucción siria.
Tal vez, si lo que queda en Europa de pensamiento y práctica comunista se articulara para desentrañar la gran farsa que se esconde bajo el paraguas de “queremos acoger”, la acción se dirigiera no a que se cumplieran los cupos acordados por la Unión Europea, sino a un enfrentamiento permanente, radical, basado en el internacionalismo proletario, contra las patronales, instituciones y gobiernos que en su práctica política cotidiana promueven, financian y dedican presupuestos millonarios para explotar, oprimir y destruir aquellas zonas que por una razón u otra están, aunque sea levemente, fuera de su área directa de influencia, deberíamos empezar a denominarnos antiimperialistas.
Tal vez deberíamos recordar que durante la guerra de Vietnam, ante la pregunta de los periodistas de si era posible derrotar a EE.UU. y decidir su propio destino, un miembro de la resistencia vietnamita respondió que eran necesarios tres factores:
– La decisión de las fuerzas sudvietnamitas de alcanzar la victoria y por lo tanto luchar por ella.
– La capacidad de las fuerzas revolucionarias de los países capitalistas desarrollados para enfrentarse a sus gobiernos, agudizar sus propias contradicciones y exigir el cese de la intervención.
– La Solidaridad y Ayuda internacionalista hacia los sectores que en Vietnam luchaban contra la invasión.
Tal vez estos tres factores deberían contemplarse como vigentes a la hora de poner en práctica las tareas de la solidaridad desde el ámbito de las corrientes progresistas en nuestro país.
23 de febrer de 2017
josep cónsola