Andoni Baserrigorri
Entrevista con Iñaki Gil de San Vicente, con el cual se hace balance de estos últimos 8 años y se
habla de perspectivas de futuro
Han transcurrido ya prácticamente ocho años desde el famoso cambio de rumbo de la Izquierda
Abertzale, una de las referencias de lucha para construir una patria socialista en el corazón de la vieja
Europa. En este tiempo solo podemos constatar que el viraje hacia el reformismo y la
socialdemocracia ha sido definitivamente asentado.
Sortu ha quedado consolidado como un partido (frente al modo movimiento que era la forma histórica
de organizarse en el MLNV) que hace bandera del conglomerado ideológico que va desde el
eurocomunismo hasta la socialdemocracia más rancia. El MLNV fue sencillamente liquidado y los
antaño movimientos populares atraviesan una crisis de la que no parecen poder salir de momento.
Son bastantes las voces que en público analizan críticamente estas derivas y ciertos colectivos como
Boltxe, el Movimiento pro-Amnistía y contra la Represión, Ikasle Abertzaleak o la Sare Antifaxista
aparecen de momento como parapetos críticos contra este tsunami reformista y stress ideológico que
asola a la Izquierda Abertzale. Hemos conversado con Iñaki sobre estas cuestiones y las perspectivas
de futuro.
Andoni Baserrigorri: Iñaki, pensamos que más que derrota policial asistimos hace ocho años a
una especie de “golpe de estado” del sector más reformista y liquidacioncita de la IA… ¿Piensas
que acertamos en nuestro análisis ?
Iñaki Gil de San Vicente: Es importante aclarar que no ha habido derrota policial por ningún lado, que
ha sido ETA la que ha decidido disolverse. En su larga historia, esta organización sufrió golpes
tremendos que acababan casi con toda su dirección, pero siempre se recompuso debido,
fundamentalmente, a que ETA no era solo una organización, sino que a la vez era un fenómeno social
profundo. La organización era golpeada, pero en cuanto fenómeno histórico, era raizal, estaba arraigada
en lo más hondo de la compleja conciencia nacional de amplias franjas de pueblo, en menor medida de
la pequeña burguesía, y nada en la burguesía. Una de sus raíces era asumir el derecho del pueblo vasco
a resistirse a los ataques de los Estados español y francés, sentimiento innegable materializado en
múltiples formas de resistencia, siendo la lucha armada una de ellas.
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Son conocidas las palabras de Argala distinguiendo entre ETA como fenómeno y ETA como
organización. La totalidad de la primera -la historia del pueblo oprimido nacional y socialmenteenglobaba como parte a la segunda -la historia de la organización – , pero esta segunda no podía
englobar a la primera. Más aún, bien analizada la lucha de resistencia vasca, ETA era solo parte de un
fenómeno más largo en la historia, como hemos dicho arriba. Por ejemplo, la memoria militar del
pueblo existía antes que ETA y ella fue la que, expresándose mediante la praxis anarquista, traspasó a
ETA las armas que guardaba como un tesoro porque sabía que, a la postre y en el momento decisivo, un
pueblo desarmado es un pueblo indefenso y por tanto, vencido. Sin embargo, ETA se ha desarmado así
misma, lo que, a nuestro entender supone una auto-derrota política.
La tesis de la “derrota policial” busca extender el desarme material hasta lograr el desarme de la
memoria, de la moral y ética del derecho a la Rebelión. El capitalismo y su forma política, o sea el
Estado y las fuerzas autonomistas y regionalistas, necesitan hacer creer el cuento de la “derrota
policial” por tres razones: ocultar que sigue viva la causa histórica de su problema con Euskal Herria
pese a la autodesaparición de ETA ; demostrar que existe “paz” y “normalidad democrática” para, así,
acelerar la desintegración definitiva de la nación vasca trabajadora pulverizándola en simple fuerza de
trabajo explotable, objeto pasivo en manos de la burguesía ; y demostrar que no tiene sentido ninguna
lucha no tolerada ni admitida por su ley, ni la de los pueblos oprimidos, ni la de las mujeres
trabajadoras, ni la del proletariado en su generalidad, etc., porque según aseveran: “hemos derrotado
hasta la ETA”. Es decir, quieren hacernos creer que no hay futuro.
Si el capitalismo consigue imponer la creencia de que ha vencido no solo a ETA como organización
sino, sobre todo, a ETA como fenómeno social histórico, podrá respirar tranquilo. Sus expertos en
contrainsurgencia, sus grupos de prospectiva, es decir, los núcleos del Estado que nunca serán
controlados por el “parlamento soberano”, y apenas por los gobiernos de turno, le avisan que el futuro
inmediato será mucho más duro que el actual porque se están agudizando todas las contradicciones, lo
que obliga al capital a endurecer sus sistemas represivos. Un pueblo trabajador sumido en la amnesia es
más fácil de oprimir. Llegados a este punto, la diferencia entre fenómeno social y organización se
amplía más allá de ETA porque esta no existe pero ante todo porque la complejidad del capitalismo
actual solo puede combatirse desde una izquierda abertzale más amplia que la oficial, más amplia no en
el sentido electoralista sino en el sentido de movimientos populares, autoorganización de
contrapoderes, intensificación y extensión de las luchas, o sea, el independentismo socialista -que ya no
ETA- como fenómeno raizal integrador.
La tesis del “golpe de Estado” dentro de la izquierda abertzale entendida como fenómeno, incluso más
amplio que el visto sobre ETA como fenómeno social, apenas explica la complejidad de los factores
que han llevado a situación actual. La tesis del “golpe de Estado” explica solo algunos
comportamientos internos más o menos conocidos que facilitaron que se arrinconase a los sectores que
criticaban tanto los métodos como los contenidos, o mejor dicho, la ausencia de contenidos, la
palabrería hueca, el uso de los peligrosos “referentes vacíos”, es decir “globos llenos de nada” que, por
ejemplo, facilitaron a Podemos ocultar su mansedumbre de oveja debajo de una piel de león, trampa
que repite cuando le urge engañar a un sector de sus bases.
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Pero la tesis del “golpe de Estado” no explica el grueso de la dinámica de las contradicciones internas y
dificultades externas que fue minando la cohesión estratégica desde al menos la mitad de la década de
los años 90, cuando se decidió cerrar la fase de la Alternativa KAS y abrir la de la Alternativa
Democrática. Las lagunas ciertas de la Alternativa KAS no fueron corregidas en el sentido
revolucionario por la Alternativa Democrática, sino agrandadas. La creciente represión intensificada
desde esos años dificultaba una apreciación clara de las grietas que se abrían. En el plano estrictamente
político-institucional y social de clase este agrietamiento apenas perceptible al principio fue facilitado
por un conjunto de procesos. Por ejemplo, las ilegalizaciones, cierres, encarcelaciones, juicios y largas
condenas desatadas desde entonces, más los cambios en el sistema capitalista y, por no extendernos, la
mejora permanente en la doctrina, sistema y estrategia contrainsurgente del Estado gracias al apoyo del
imperialismo muy interesado en acabar con uno de los focos más potentes en Europa de lucha de clases
con contenido radical porque afectaba a la existencia misma de uno de los Estados más débiles en su
estructura nacional histórica, el español, y en menor medida a otro más sólido, el francés… Pues bien,
toda esta sinergia rápidamente expuesta, da cuenta de muchas de razones que han concluido en la
situación presente. Quedan otras razones que iremos viendo.
Por último, lo que he comentado hasta aquí no es exclusivamente pensamiento mío, es mi versión de un
conjunto de reflexiones críticas y autocríticas que se han ido haciendo desde hace años en la izquierda
abertzale como movimiento amplio. La penetración de la ideología burguesa es tal que mucha gente
interpreta la complejidad objetiva de las contradicciones sociales desde el subjetivismo del
individualismo metodológico, achacando a personas aisladas los errores o los aciertos. Pienso que,
como iremos viendo, este sector crítico y autocrítico fue acertando en lo decisivo y herrando en lo
accesorio.
¿Qué valoración harías de estos años de deriva ideológica en la Izquierda Abertzale ? ¿Piensas
que aún se puede variar el rumbo ideológico de la Izquierda Abertzale ?
Debemos precisar lo suficiente en qué consiste esa deriva porque la respuesta a las dos preguntas, y a
casi toda la entrevista, depende de ello. Empezaremos por la superficie del problema, por sus
expresiones ideológicas, para profundizar luego en algunas de sus causas sociales. Exceptuando
documentos específicos, desde finales de los años 90 o lo máximo desde la ilegalización de Batasuna
en 2002, pese a esfuerzos puntuales, se fue debilitando paulatinamente el contenido concreto de
izquierda radical, insistiéndose más en un nacionalismo con contenido social duro, pero no tanto como
para no ser asumible por las nuevas expresiones de los llamados “nuevos sujetos”. Tengamos en cuenta
que entonces triunfaban las modas postmodernas, que se aseguraba que por fin el marxismo había
muerto para no resucitar nunca, que lo mismo le sucedía a la lucha de clases suplantada por la “acción
ciudadana” movilizada pacíficamente para instaurar otro “demos”, que todo esto y más surgía de la
nueva “economía inmaterial” o “economía de la inteligencia” o “capitalismo cognitivo” que ya no
funcionaba en base a la plusvalía sino a las rentas de los “emprendedores”, que el imperialismo era cosa
del pasado y que ahora era el momento de la “gobernanza mundial”, etc. Un ejemplo del clima de
deriva teórica lo tenemos en que en un libro cuasi-oficial sobre el medio siglo de existencia de ETA,
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publicado en 2007, se cuela de rondón a pie de página una versión muy parcial y engañosa sobre la
“crisis del proletariado como sujeto histórico”.
La deriva ideológica y teórica penetraba de múltiples modos porque la lucha en su contra se había ido
apagando antes incluso de los años dorados de las burbujas en los que aumentaba la deuda popular
mientras se desoía a quienes advertían que se aproximaba una crisis pavorosa. Sobre este fondo social
objetivo de cambio de fase capitalista -desindustrialización relativa, terciarización, financiarización,
etc. – , al que volveremos, proliferaban las modas post y la irrupción de una casta intelectual y
universitaria sin ningún contacto con la lucha de clases que fascinó con su verborrea, acelerando la
confusión y el desconcierto. En la respuesta a la siguiente pregunta nos extenderemos más en detalle
sobre el impacto particular de estos cambios, concretamente sobre los actuales sectores críticos con la
“nueva estrategia”.
Ahora debemos aclarar que la deriva ideológica no afectaba exclusivamente a la Izquierda Abertzale.
Debemos decir incluso que esta resistió bastante más tiempo que otras fuerzas. Recordemos el famoso
“desencanto” de los años 80 en el Estado que se ahondó todavía más después de la enorme huelga
general del Estado español de 1988 que fue el canto del cisne de la oleada de lucha de clases iniciada
dos décadas antes. Por ejemplo, el desplome absoluto del eurocomunismo y la minorización o extinción
del archipiélago de pequeñas organizaciones de izquierda revolucionaria que ya habían entrado en
agonía en los años 80, recibiendo la estocada con la implosión de la URSS y el triunfalismo
imperialista consiguiente. Tenemos el caso de EIA-Euskadiko Ezkerra, por citar otro ejemplo surgido
de ETA, que empezó a descomponerse mucho antes. No debemos menospreciar nuestros méritos
porque se mantuvieron contra viento y marea mucho más que en otras izquierdas y en condiciones
mucho más duras. Nunca debemos olvidar que el retroceso generalizado de otras fuerzas precedió al
nuestro, lo que también ayudó a desmoralizar a unos y a justificar que otros dijeran que el único
camino posible era abandonar el radicalismo. Más aun considerando la impresionante represión que se
abatía sobre la Izquierda Abertzale, que no era solo de brutalidad física sino de sofisticada
contrainsurgencia que se iba perfeccionando desde el inicial plan ZEN del primer gobierno del PSOE
en 1982. La llegada del PP al gobierno amplía la contrainsurgencia más allá de lo que había hecho el
PSOE, teniendo a su favor precisamente los efectos alienadores de las nuevas formas de explotación
capitalista que se ya se habían impuesto definitivamente en a mediados de los años 90.
Como hemos dicho, la causa de fondo de la deriva ideológica era, en síntesis, el cambio de fase en el
capitalismo. Simplificándolo mucho, del keynesiano y Taylor-fordista durante la época de los Treinta
Gloriosos -de 1945 a 1975 – , y de los diez o quince siguientes de paulatino dominio de la
financiarización y del capital ficticio, hasta su definitiva instauración estructural sobre todo en la
composición interna de las clases sociales en lucha, en las dinámicas sociopolíticas, culturales, etc., es
decir, en las nuevas realidades que influyen en los pueblos desde dentro de sus decisivas
contradicciones internas. Sin este trasfondo no entenderíamos nada del desplome de las izquierdas
correspondientes a la fase periclitada, ni de la pérdida de fuerza de la socialdemocracia y del
surgimiento en su interior se sectores reformistas-duros, ni de los cambios en la lucha de clases entre
una polarización de izquierdas y su contraria polarización de extrema derecha, neofascistas y fascistas,
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etc., ni mucho menos las sub-crisis y crisis parciales cada vez más duras que confluyeron, en su
sinergia, en la tercera Gran Depresión de 2007 aún vigente pese a sus altibajos.
Bajo estas presiones extremas, la dirección de la Izquierda Abertzale de entonces estaba más
preocupada por resolver los agudos problemas de acción política ilegalizada sobre los derechos
nacionales y sobre la inhumana situación carcelaria, que, a la vez, dar una respuesta a la crisis
apoyando e impulsando decididamente la lucha de clases. Esto segundo sí se hizo parcialmente en las
huelgas socioeconómicas nacionales y parciales de 2009 y después, que demostraron la fuerza obrera y
popular que mantenía, pero no se elaboró una alternativa estratégica basada en las tendencias fuertes de
las contradicciones del capitalismo. De este modo se inició una separación interna que terminaría
rompiendo la unidad dialéctica del concepto clave de “liberación nacional de clase” que fue una de las
decisivas aportaciones de ETA, negada por las tres grandes escisiones de ETA berri-MC, ETA VI-LCRy
ETA (p-m)-Euskadiko Ezkerra.
La liberación nacional de clase significa que, si hay acuerdos con la pequeña burguesía nacionalista,
deben ser tácticos, supeditados a la estrategia que dirige el avance al Estado Socialista Vasco. Y sobre
todo significa que la unidad y lucha de contrarios de clase determina las identidades sociales en la
nación vasca, como en toda nación en el modo de producción capitalista. Un momento significativo por
lo irreversible de la deriva fue el abandono de la alternativa KAS en 1995 para abrir la vía de la
Alternativa Democrática: de forma imperceptible se empezaba a legitimar la ideología democraticista
burguesa, aunque se mantenían formalmente algunas de las consignas históricas. Una vez que se acepta
el democraticismo burgués, su nuevo contenido interclasista termina desplazando del todo la lucha
nacional de clase.
La “nueva estrategia” rechaza la objetividad de la lucha de clases dentro de la nación vasca planteando
una estrategia muy parecida a las de la “reconciliación nacional”, “unión nacional”, “frente amplio de
gobierno”, etc., en las que también se aceptaban algunas formas de luchas obreras y populares siempre
que estuvieran sujetas a la prevalencia de la “unión sagrada”. El Nuevo Estatuto negociado entre EH
Bildu y el PNV es un ejemplo, pese a nacer muerto. Hasta ahora, el Estatuto vascongado y la Foralidad
navarra han servido para enriquecer a la burguesía empobreciendo al pueblo, según la teoría de la
depauperación, y el capitalismo financiero-especulativo la agranda y agrandará aún más.
El concepto de lucha de liberación nacional de clase va indisolublemente unido al de Euskal Herria
como “marco autónomo de lucha de clases”. Si se rechaza uno, más pronto que tarde se rechaza el otro,
y viceversa. La prioridad dada al parlamentarismo y al acuerdo con la burguesía autonomista y con
otras fuerzas interclasistas y estatalistas que quisieran sumarse implica la supeditación del pueblo
trabajador a tales pactos. Ello exige que indefectiblemente el marco vasco de lucha de clases quede
supeditado a la política internacional “progresista” para reformar las instituciones imperialistas sin citar
jamás el concepto maldito de “revolución”. Así, el marco autónomo vasco de lucha de clases,
imprescindible entre otras cosas para explicar y defender el “marco vasco de relaciones laborales”, se
difumina hasta desaparecer en la política internacional del abertzalismo oficial: parlamentarismo
absoluto en Madrid y en la Unión Europea, alianza electoral con ERC y BNG, felicitaciones a Obama y
Trump, apoyo a la “paz” en Colombia, loar al Frente Amplio uruguayo, etcétera.
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Las transformaciones profundas en el capitalismo mundial se expresaban entonces en el creciente
ataque de la patronal y de su Estado, con el apoyo de la patronal vasco-española, contra el marco vasco
de relaciones laborales que garantizaba que el retroceso de las condiciones de vida y trabajo fuera
menor aquí que en otros pueblos. En la medida en que se defendía y se defiende ese marco laboral
vasco se demuestra la necesidad de sostener en la práctica diaria el marco autónomo de lucha de clases
y a la vez la lucha nacional de clase del pueblo trabajador. Constituyen una totalidad inconciliable con
el capital financiero-especulativo que exige ciegamente la indefensión absoluta de los pueblos. Este
antagonismo fue endureciéndose y extendiéndose desde los años 80 hasta llegar al paroxismo en 2007,
cuando dio un salto aún más salvaje en la destrucción de toda resistencia.
Y cuando más urgente era ofrecer al pueblo trabajador y a la militancia una explicación sólida de lo que
sucedía, muy en especial desde la Gran Depresión de 2007, no se hizo, o se hizo poco, mal y tarde. La
militancia y el pueblo trabajador en su conjunto vio cómo en muy pocos años -del optimismo cegato de
Zapatero en 2008 a la catástrofe desde 2010- se esfumaba en la nada la mitología del capitalismo
bueno, volviendo la realidad cruda que se había endurecido en el subsuelo social y en la inconsciencia
alienada. Una fuerza revolucionaria se mide, entre otras cosas, por su capacidad de marcar línea sobre
todo cuando se inician las crisis estructurales porque es en ellas cuando afloran las inseguridades, dudas
y debilidades de las clases explotadas, cuando resurgen los autoritarismos y hasta los fascismos según
los casos, y cuando la burguesía hace esfuerzos titánicos por crear su propia dirección política que le
saque del atolladero.
Pese a todas sus dificultades, ETA, tanto como movimiento amplio como organización, lo logró en los
años 70. Aquí debemos insistir en que en ese amplio movimiento también actuaban otras
organizaciones salidas de las ETA escindidas y del poderoso movimiento autoorganizado en su rica y
diversa complejidad que se expresaba en el conjunto de la clase obrera de aquellos años sin olvidarnos
de las izquierdas de origen estatal, en sectores de la pequeña burguesía y muy escasos de la mediana
burguesía, que tenía en el pueblo trabajador su fuerza más organizada. El mérito no fue exclusivo de
ETA-organización, aunque fuera determinante en ciertos momentos decisivos.
El grueso de las izquierdas y reformismos duros que de algún modo impulsaron aquellas prácticas de
masas desaparecían pulverizadas por las nuevas formas del capital y por los cambios internacionales.
Precisamente esto hacía que se multiplicase la responsabilidad de la Izquierda Abertzale como la única
fuerza de masas populares existente, para dar una alternativa revolucionaria a la crisis. La solución
ofrecida fue la “nueva estrategia”. Lo primero que saltaba a la vista en los documentos oficiales sobre
el “cambio de estrategia” era la desaparición de todo rigor teórico en comparación a los debates habidos
incluso bajo la dictadura, en la clandestinidad.
El contraste era de tal magnitud que, para ocultarlo o justificarlo en el peor de los casos, se recurrió a
una forma del llamado neo lenguaje que permitía que el famoso debate de “cambio de estrategia” se
realizase en el vacío de las grandes palabras huecas, sin soporte crítico sobre la realidad objetiva
existente. Dejando de lado muchos de los métodos que escoraron el debate hacia un lado, lo cierto es
que los documentos oficiales eran insustanciales y con una terminología deudora de las modas
ideológicas del momento.
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La deriva consistió por tanto en el deslizamiento rápido desde el anticapitalismo de Herri Batasuna, su
defensa del derecho a la resistencia y a la independencia, para concluir en el interclasismo de EH Bildu.
Se partía de una tradición de lucha sustentada en parámetros cuando mínimo anticapitalistas y
socialistas en la IV Asamblea de ETA, con los sustanciales avances del socialismo revolucionario y del
marxismo tal cual se habían podido elaborar en la época de la V Asamblea, más los cruciales añadidos
posteriores elaborados gracias al fragor de los debates con el Frente Obrero, con ETA (p-m), con los
Comandos Autónomos, etc. Se ha terminado con las felicitaciones de EH Bildu a Donald Trump –
precedida en el tiempo con la felicitación a Obama- y con su firma en una Declaración del Congreso
español loando a las fuerzas represivas, por ejemplo. Los impactos de esta evolución en las bases son
conocidos. Se han reforzado con el abandono de la forma-movimiento y con la aparición del partido
dirigente, que algunos denominan partido-movimiento para intentar cuadrar el círculo.
El argumento central aducido para justificar el giro a la “nueva estrategia” decía que el Estado había
logrado anular la eficacia de la interrelación de todas las formas de lucha para ampliar la conciencia
independentista, la autoorganización popular y el avance electoral abertzale, y que por tanto había que
cambiar de rumbo echando por la borda lo que hiciera falta, lo que impidiese la “normalización
democrática”, la “conquista de la paz”. Se trataba, en suma de “sacar el conflicto de las calles para
llevarlo al parlamento”.
Obviamente, sigue sin haber garantías democráticas verdaderas para analizar en público este argumento
en su totalidad. Sin embargo, tras varios años, los hechos cantan: el independentismo retrocede o
cuando menos, se estanca ; la autoorganización popular justo empieza a reponerse, pero fuera de la
oficialidad abertzale ; y con respecto al voto abertzale habrá que esperar a los resultados de las
diferentes elecciones futuras porque nunca hay que fiarse se los sondeos y el subjetivismo a favor o en
contra de EH Bildu condiciona muchos las opiniones al respecto.
Hay una intensa campaña de ideologización que explica que, en una escala de opción política de
izquierda a derecha dividida en 10 casillas, EH Bildu ocupa las tres casillas de la izquierda -1, 2 y 3 – ;
que el voto español y autonomista ocupa las tres casillas de la derecha -8, 9 y 10 – , y que el voto a
ganar está en el medio -4, 5, 6 y 7 – , con varios matices del centro. Se trata de ganar votos en 4 y 5, tal
vez en 6, aunque se pierdan algunos en 1 y tal vez en 2. No podemos hacer ahora una crítica de la
mercado-tecnia electoral, ni de la sociología en la que pretende legitimarse, ni tampoco en las cesiones
políticas que tiene que hacer el abertzalismo oficial para ganar centristas. El mercado del voto suele ser
rentable en muchas circunstancias y por eso no sería sorprendente que EH Bildu lograse sumar más
votos de las casillas 4 y 5, y tal vez de 6, que los que perdiese en las casillas 1 y 2. Pero el debate no
radica en la cantidad de votos de centro que se “compren” o que se logren de “prestado” y que luego
habría que devolver, sino en su hipotética calidad política para aguantar el endurecimiento de la lucha
de liberación nacional de clase.
Desde mediados del siglo XIX se ha debatido en la izquierda y el reformismo sobre la política
parlamentario-electoral más efectiva según qué objetivos, con cuatro líneas generales: 1) ninguna
elección ni parlamentarismo sirven para cambiar el mundo, luego no hay que votar nunca ; 2) algunas
elecciones sirven para acumular fuerzas siempre que estén supeditadas a la lucha de clases en la calle,
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que es la que dirige y garantiza el avance de la liberación, luego hay que votar selectivamente para
fortalecer la lucha de clases ; 3) todas las elecciones sirven para avanzar siempre que la lucha de clases
esté supeditada a la acumulación de votos, luego hay que votar siempre pero evitando que la lucha de
clases desborde al “juego parlamentario” que es el decisivo ; y 4) todas las elecciones sirven para
avanzar siempre que se paralice la lucha de clases porque espanta votos del centro, luego hay que votar
siempre pero sin lucha de clases.
Hasta la “nueva estrategia” la Izquierda Abertzale se posicionaba por la segunda vía, la revolucionaria a
nuestro entender, pero ahora se ha lanzado al parlamentarismo absoluto mezclando posiciones de la
tercera y cuarta vía según las circunstancias.
Teniendo en cuenta todo lo visto, pienso que es imposible que el conjunto de la Izquierda Abertzale
abandone esta estrategia que es de larga duración, tanta como sea necesaria para construir un bloque
histórico capaz de integrar a amplios sectores de la pequeña y mediana burguesía autonomista y
regionalista, incluso de sectores circundantes a Podemos y a esas franjas que se dicen “progresistas”,
“europeístas”, “pacifistas” y que en modo alguno cuestionan la opresión nacional ni el capitalismo, sino
que solo quieren suprimir lo “malo” quedándose con lo “bueno”.
Esta estrategia exige la colaboración de Sortu, que debe justificarla, preparar la militancia para reforzar
EH Bildu, amoldar sus ideas particulares al nivel medio del reformismo de EHBildu, silenciar las
posibles dudas o críticas internas que alguna militancia de base pueda tener, argumentar porqué hay que
arrinconar y marginar a los colectivos independentistas y socialistas, etc., que han tomado otro camino
que piensan más efectivo para esos mismos objetivos, al menos en su enunciación formal.
No niego que existan en Sortu militantes que se definan comunistas, o marxistas ; tampoco niego que
actos de EH Bildu que van de algún modo contra la identidad nacional de clase del MLNV en su
historia sienten mal en sectores de Sortu y/o de LAB, Ernai-Aitzina, etc. Pero en la medida en la que
han asumido esa vía de largo, de muy largo recorrido, no tienen más remedio que ceder en lo
sustantivo, aunque mantengan e incluso recuperen algunos eslóganes anteriores. Pero más temprano
que tarde deberán enfrentarse a los hechos: cuando se endurezcan aún más las opresiones, se
agudizarán los límites insuperables del parlamentarismo español en Hego Euskal Herria, como ha
ocurrido ya con el choque entre EH Bildu y el PNV sobre los presupuestos para 2019 y las ayudas
sociales. A pesar de que EH Bildu ha cedido hasta más allá de lo imaginable, al final se ha encontrado
al borde del precipicio y se ha echado para atrás. A otro nivel tenemos las tensiones que generan los
gaztetxes dentro de EH Bildu y entre sus aliados ; en fin, abundan los ejemplos que muestran cómo las
alianzas electoralistas e interclasistas son más temprano que tarde incompatibles con la liberación
nacional de clase.
En realidad, el problema para estos militantes es más grave porque justo han cedido ante el reformismo
-aunque sigan sintiéndose revolucionarios- cuando era urgente satisfacer la necesidad perentoria de
(re)crear una estrategia apta para luchar contra las nuevas formas de opresión surgidas desde finales del
siglo XX y asentadas ya estructuralmente ahora mismo. Una de tantas expresiones de la nueva realidad
es la sobreexplotación, empobrecimiento y precarización creciente del pueblo trabajador mientras que,
por el lado contrario, se enriquece la burguesía.
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Es un cambio de fase en el capitalismo, como iremos viendo, que solo puede ser combatido no
volviendo al reformismo del siglo XIX, adaptándolo, sino abriendo nuevos frentes de ataque del pueblo
trabajador contra el capitalismo actual y su forma de opresión nacional. Es decir, el debate estratégico
que debiera haber hecho el MLNV desde al menos 2007 es el de cómo desarrollar el independentismo
socialista en las nuevas formas y contenidos que ha adquirido el marco autónomo de lucha de clases en
Euskal Herria. No lo ha hecho porque ha quedado anclada en las ideas anteriores al cambio de fase,
ideas atadas al capitalismo keynesiano y a las ideologías que hemos citado arriba. Atrapada la cabeza
en los cepos mentales es imposible comprender los cambios en el marco autónomo vasco de lucha de
clases: uno de tantos ejemplos es el abismo que se ha abierto entre los sectores conscientes de la
juventud trabajadora y EH Bildu.
En este tiempo, sin embargo, no se ha materializado un nuevo colectivo, movimiento o partido
que reme en la dirección de recuperar las señas de identidad de la IA… ¿A qué piensas que es
debida esta orfandad organizativa ?
Las lecciones históricas requieren tiempo para que sean asimiladas como tales, y sin ellas es imposible
o extremadamente difícil abrir una nueva vía de avance. Hemos dicho que el capitalismo, siendo el
mismo, ha cambiado desde finales del siglo XX de fase en la forma de acumulación, lo que implica que
también lo ha hecho en la forma de producción y reproducción. Son cambios que afectan a la totalidad
social a escala mundial. Pero hay más, esta nueva fase no ha logrado abrir una onda larga expansiva,
sino que ha ido bajando en diente de sierra poco a poco, de crisis parcial en crisis parcial tras rebotes
puntuales, hasta estallar en 2007 en la tercera Gran Depresión que vuelve a agravarse.
Debemos partir de esta realidad para comprender las dificultades que debe superar la reorganización de
la militancia vieja y nueva, adulta y joven, que no ha aceptado la “nueva estrategia”. La orfandad
teórica sostenida desde finales de los años 90 ha hecho que la militancia crítica adulta esté bastante
desbordada por la profundidad de los cambios capitalistas, aunque su espíritu crítico le debe facilitar
salir antes del bache. La militancia crítica joven lo tiene más fácil porque ya malvive en un contexto
que día a día le demuestra que no tiene futuro humano si no lo revoluciona, lo que le lleva a chocar con
los dogmas reformistas del tipo que sean: o cede y muere en vida degenerando en un instrumento
pasivo del capital, o lucha autoorganizándose en poder juvenil con la correspondiente e imprescindible
teoría revolucionaria que, al menos, explique cinco procesos.
Uno, las teorías ancladas en el “marxismo soviético” se habían agotado desde hacía tiempo. Además, el
eurocomunismo entró en barrena cuando el capital lanzó su ofensiva mundial mal llamada
neoliberalismo y muchos burócratas del partido se plegaron a las órdenes para mantener sus salarios.
Luego le siguieron las versiones trotskistas, maoístas y demás que se sostenían en la medida en que
sobreviviese la URSS y en que China Popular no iniciase su giro al “capitalismo controlado por el
Partido”, que ni siquiera al socialismo de mercado. A la vez, los grandes sindicatos se corporativizaron,
sus burocracias se aferraron a los puestos seguros, solo empezaron luchas defensivas del llamado
“obrero masa” mientras que se desentendía de las opresiones del llamado “obrero social” de la “fábrica
difusa”, por usar esta terminología. Era el final de una larga fase de interpretación euroccidental de las
luchas mundiales habidas hasta los años 70, interpretación realizada desde despachos de partidos y
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sindicatos, desde aulas y cátedras universitarias, desde medios de prensa ya casi controlada o ya
controlada por la industria político-mediática… una casta intelectual muy alejada de las verdaderas
condiciones de vida y trabajo de las clases explotadas que ya recibían los golpes cada vez más duros
del ataque burgués.
Dos, simultáneamente a este derrumbe de la izquierda obsoleta se producía una intensa campaña
propagandística a favor de todas las formas del individualismo burgués, un ataque frontal a los valores
de solidaridad colectiva y de apoyo mutuo. El ataque al Estado llamado del “bienestar” (sic) se
intensificó desde esos momentos en varios frentes: uno bastante efectivo en la despolitización de la
izquierda radical fue “demostrar” a lo Foucault que había desaparecido la centralidad estratégica que
realiza el Estado como la forma política del capital y que solo existían redes de micro poderes bastante
separados entre sí. Otro bastante efectivo fue el de la supuesta “sociedad post industrial” así como la
“muerte del proletariado”, en un marco social más amplio en el que las modas postmodernistas,
postmarxistas, etc., se reforzaban con el reformismo de los “significantes vacíos” de Laclau. Por no
extendernos, la demagogia negrista sobre que el imperialismo había dejado de existir…
Tres y sobre todo, la ofensiva ideológica parecía estar confirmada por la imagen triunfalista con la que
el imperialismo ocultaba la realidad. Mientras que las crisis financieras, industriales y/o de servicios no
financieras se sucedían una tras otras, la gigantesca manipulación mediática, el desplome y descrédito
creciente del reformismo, el efecto alienante del dinero fácil de los créditos bajos, de las grandes y
rápidas ganancias especulativas de alto riesgo… ocultaban la sobreexplotación, el endeudamiento de las
clases trabajadoras, la reducción del salario diferido en forma de pensiones, servicios públicos, etc. La
primera advertencia seria de que algo no marchaba en el triunfalismo imperialista militarizado fue el
súbito hundimiento de las bolsas de octubre de 1987, al poco tiempo de iniciarse la contraofensiva del
capital a comienzos de los años 80. La clase obrera industrial clásica fue vencida y los pueblos que se
resistían al expolio atacados con saña. Pero estas victorias del capital ocultaban su creciente debilidad
interna demostrada en el Viernes Negro de octubre de 1987 y las cada vez más frecuentes, graves e
interrelacionadas crisis que le siguieron hasta 2007. Sin embargo, la engañosa creencia de
invulnerabilidad burguesa había quedado sólidamente establecida cuando sectores de la Izquierda
Abertzale empezaron a decir que había que cambiar de estrategia porque la vieja había fracasado. No
eran los únicos que se creyeron esa mentira: también se la tragaron los grandes bancos y corporaciones,
la FED, el Banco Central Europeo, el Banco de Basilea, el FMI, el Banco Mundial, la OMC… y la casta
de economistas e intelectuales del sistema.
Cuatro, debemos también tener en cuenta que los cambios de fase capitalista son largos y muy
convulsos con ritmos desiguales pero combinados a la larga. Junto a los cambios socioeconómicos y
sociopolíticos se produjeron transformaciones en las dinámicas de las clases sociales, en la jerarquía y
tensiones interimperialistas, en el interior de los países y Estados con largas luchas de clases, etcétera.
Estas contradicciones en el tránsito a la nueva fase del capital enmarcan las diferencias y similitudes de
las negociaciones entre las grandes guerrillas -no los grupitos medio desarmados- y el imperialismo en
varios continentes. Hablamos en plural de guerrillas urbanas, rurales o mixtas, y de imperialismo en
singular porque no hay otra forma de explicarlo, aunque no podamos desarrollar aquí ese argumento
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obvio por demás. Contraviniendo todo rigor lógico se ha intentado argumentar la necesidad de la
“nueva estrategia” mediante una abstracción y generalización abusivas de esas negociones con el
imperialismo. Semejante método de reducción al absurdo de la dialéctica de la historia también debilita
y mucho la capacidad de comprensión por la militancia de lo que realmente es el imperialismo, con
efectos negativos sobre el futuro de Euskal Herria.
Y cinco, las diversas formas de devastación psicopolítica causada por lo anterior más el propio proceso
del “cambio de estrategia”. Nunca debemos olvidar que la conciencia política media se sustenta en
mayor o menor grado sobre fuerzas inconscientes y subconscientes, sobre afinidades emocionales y
culturales ; fuerzas que tienen un contenido político no consciente. Por un lado, el ataque capitalista ha
golpeado muy duramente la psicología de masas de la fase keynesiana, reviviendo los miedos y
dependencias que impulsan los autoritarismos y neofascismos, la violencia patriarcal, el racismo, etc.
Por otro lado, la mundialización de la ley del valor ha agravado las opresiones nacionales clásicas y
creado otras nuevas -la opresión de Estados y pueblos formalmente independientes pero saqueados por
el capital financiero-especulativo- hasta extremos solo imaginados por la reducida minoría marxista.
Además, las presiones sutiles o descaradas contra los sectores críticos por parte del abertzalismo oficial
-las ha habido y las hay- también afectan al magma de dependencias y relaciones afectivas,
psicopolíticas, que tienen mucha influencia en la vida cotidiana. Esto explica en parte que bastantes
bases y franjas simpatizantes hayan abandonado parcial o totalmente la política organizada
manteniendo su voto y, cada vez menos, su participación en movilizaciones de masas. Es una respuesta
emocionalmente defensiva para evitar conflictos psicopolíticos sobre todo en la cotidianeidad
interpersonal precisamente en una sociedad burguesa extremadamente virulenta y agresiva contra el
universo de lo afectivo, porque necesita mercantilizarlo y volverlo reaccionario.
Básicamente, estas son las razones principales por las que los sectores críticos se han encontrado con
dificultades para autoorganizarse en su proyecto de reactivar los contenidos revolucionarios del
independentismo en la actual fase capitalista. Avanzar en esa autoorganización exige interiorizar esos
cambios en todos los sentidos.
¿Piensas que existen mimbres en forma de cuadros, militantes jóvenes que podrían asumir esa
tarea ?
Sí existen ; algunos de ellos se fueron formando desde hace varios años y otros más recientemente.
Pero también existen militantes adultos que han aprendido mucho sobre formas de autoorganización, de
contrapoder, de resistir a la contrainsurgencia y hasta vencerla en batallas parciales, pero de gran
transcendencia… Una parte del pueblo trabajador tiene aún un saber revolucionario acumulado que se
resiste a morir bajo las promesas parlamentarias y se resiste por la sencilla razón de que día a día ve
que esas promesas son desmentidas por las crecientes injusticias. La juventud crítica cometería un error
estratégico si despreciase la militancia conjunta con estas y estos militantes. Aun así, la juventud debe
aprender por sí misma.
Constatar esta realidad es solo una parte de la respuesta porque quedan otras dos, al menos. La tercera
parte será respondida en la siguiente pregunta que me haces.
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Mucha juventud intuye que le han arrancado los “derechos” de sus padres, que se los han arrancado en
la práctica, aunque siguen escritos aún sobre el papel. Una parte más reducida es consciente de ello y lo
argumenta con una seriedad teórica admirable. El problema al que se enfrentan a la hora de ampliar sus
redes es múltiple: carencia de medios y locales, presiones en contra del poder adulto y sobre todo en la
universidad y en la precarización del trabajo asalariado… presiones que golpean con especial
contundencia a la juventud femenina.
Pero, y ahora entramos en la segunda parte de la respuesta, este sector concienciado puede extenderse
si sabe trabajar, si profundiza y amplía la autoorganización y los espacios de contrapoder en todos los
sentidos, no solo en los gaztetxes, que son imprescindibles pero que no deben ser los únicos. Más aún,
en determinadas situaciones en las que al poder y al reformismo les interese ofrecer una imagen de
tolerancia, los gaztetxes pueden terminar siendo un gueto más o menos permitido por el sistema
siempre que no intente extender su proyecto revolucionario a la calle, siempre que no se conecte
sólidamente o lo haga de manera puntual, con otras reivindicaciones populares, euskaltzales,
feministas, ecologistas, etc. Pero antes de fundirse con otras luchas exteriores al gaztetxe, la juventud
ha de conocer qué le depara la nueva fase capitalista. Veremos solo cinco de las novedades más
importantes:
Una, ya es sabida, la juventud vive y vivirá peor que sus aitas, con menos derechos y libertades, con
más explotación e inseguridad vivencial. Dos, la institución familiar correspondiente a la fase
keynesiana y Taylor-fordista no puede resolver por ella misma los problemas de la juventud actual, por
lo que el problema que se presenta al poder adulto es cada vez más político de alienación y
disciplinarización especialmente contra las jóvenes. Tres, es la primera vez en la historia capitalista de
Euskal Herria en la que la juventud trabajadora se enfrenta al dilema creciente de emigrar
económicamente o malvivir en la penuria de malos salarios, etc., lo que plantea problemas nuevos en
todos los sentidos. Cuatro, el abismo que separa a la juventud concienciada con el sistema políticosindical reformista adulto se acrecienta y agrava objetivamente porque los esquemas mentales de estas
fuerzas son los de la fase capitalista periclitada. Y cinco, se multiplican las presiones contra los
sentimientos vascos y su conciencia nacional de clase porque el poder tremendo que va desarrollando
el capital financiero-especulativo se refuerza con la nueva ideología ultra reaccionaria y cosmopolita
-«ciudadano del mundo” y su lex mercatoria en el sentido de los tiburones bursátiles de los mercados
financieros desregulados, de la “banca en la sombra”, etc. – , lo que unido a lo anterior está creando una
problemática nacional-juvenil incomprensible para el poder adulto, problemática que abarcará con sus
contradicciones a la totalidad social cuando esta juventud se haga adulta.
Sin referencia organizativa, la potencialidad revolucionaria del pueblo trabajador vasco se
podría definitivamente perder…históricamente ha habido casos como el PCE… ¿Se debería dar
ya el paso de crear organización, de crear movimiento… o partido ?
Esta pregunta es decisiva, así que debemos responderla sin prisas aclarando varias cosas: los servicios
que ha cumplido y cumple el PCE al capitalismo español son los que explican su desplome a pesar del
fascinante heroísmo de su militancia. Al menos, desde mayor de 1937 el PCE asumió la defensa del
nacionalismo de la llamada “burguesía democrática” española, reforzada luego en 1956 con la
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“reconciliación nacional” y en 1977 – 1978 con la Constitución. Esta sumisión práctica es la que le ha
hundido, su estalinismo y su eurocomunismo eran justificaciones ideológicas para explicar su sumisión
al capital y al nacionalismo imperialista español. A la vez es la que ha impedido que surgieran
verdaderas izquierdas revolucionarias, excepción hecha de colectivos que admiramos.
Mucho más aleccionadora es la putrefacción de EIA-Euskadiko-Ezkerra tanto por surgir de ETA como
por las fuertes resistencias internas que intentaron evitar la debacle y lograron reconducir gran parte de
su militancia a la izquierda pero eso se logró fundamentalmente a que seguía existiendo la “otra” ETA,
la militar o de V Asamblea y el conjunto del movimiento de liberación. El caso de Auzolan, como
imposible salida intermedia, es un ejemplo de ello. Por el lado radicalmente antagónico al PCE y a
EIA-EE, tenemos otros referentes de lucha armada y política como los Comandos Autónomos, Iraultza
e Iparretarrak. En otro nivel más “bajo” tenemos la impresionante práctica de formas de resistencia, de
denuncia y protesta, de huelgas de todo tipo, de creación de movimientos populares y de colectivos
para casi todos los problemas creados por la burguesía o para todos, de autodefensa en todas sus formas
incluidas las de destrucción de propiedades burguesas, pero sin atacar a la vida humana. En la larga
historia de las varias organizaciones de la Izquierda Abertzale en su sentido amplio y abarcado, y
también en el restringido a sus siglas oficiales sucesivamente ilegalizadas, se ha producido una lista
extensa de textos de diversa valía, pensados y debatidos en condiciones represivas y de asfixia política.
He comparado el reformismo más descarado con varias expresiones de la praxis revolucionaria en su
generalidad para mostrar que el potencial emancipador que se sigue expresado en muchas luchas y que
late en otras más tiene una impresionante “universidad popular” en la que aprender determinadas
constantes que se reiteran en su esencia y que deben ser adaptadas a las nuevas realidades, mientras que
simultáneamente estudiamos problemas nuevos, inexistentes hace treinta años. Ninguna referencia
organizativa puede crearse sin esta dialéctica entre lo permanente, lo viejo y lo nuevo porque no es
solamente teórica sino también vivencial, de experiencia vivida, de necesidades y deseos volcados en la
militancia pasada y presente, con proyecciones al futuro, y frustrados más o menos por el giro
desconcertante de la “nueva estrategia”.
En base a lo que he expuesto con mucha rapidez, podemos decir que ya de entrada existen experiencias
básicas. Una de ellas y fundamental es que la creación de nuevas organizaciones o colectivos es,
además de un derecho incuestionable, también una constante que se repite en los momentos de crisis
profunda. Con la estabilización definitiva del franquismo a comienzos de los años 50, se produjo la
crisis de estrategia de los partidos que esperaban la intervención aliada después de 1945. Fue en ese
momento cuando se creó Ekin enfrentándose al PNV. Coincidiendo con la crisis de la autarquía y el
Plan de Estabilización de 1959 y la nueva oleada de luchas en 1961, se creó ETA. La aparición de
nuevas organizaciones -ETA berri-MC y ETA VI-LCR- se produjo en plena crisis mundial iniciada a
finales de los años 60. En este clima generalizado, en 1971 se crea Iparretarrak rompiendo con el viejo
pacifismo. La aparición de LAIA y luego de ETA (p-m) y ETA (m) durante la crisis socioeconómica y
política del franquismo. Los debates internos en el independentismo, las ambigüedades de la
Alternativa KAS, las escisiones en ETA (p-m) por la deriva reformista de su dirección, la continuidad
de la crisis del capitalismo y las luchas autónomas, hacen que surjan los Comandos Autónomos y poco
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después aparece la organización Iraultza que critica a las demás que no prestasen suficiente atención a
las reivindicaciones obreras y populares.
No citamos a la mayoría de las organizaciones, solo a las más conocidas, porque es suficiente para ver
que la vivacidad de la izquierda vasca en su sentido amplio se ha sostenido también en los aportes de
críticas y de experiencias realizadas por nuevas organizaciones que se han ido creando o escindiendo de
otras en los momentos de crisis. La misma historia de ETA en general muestra cómo las direcciones
terminaban aceptando e integrando parte de críticas realizadas por las nuevas organizaciones surgidas o
escindidas de ella, excepción hecha como es lógico de las cuestiones estratégicas esenciales para los
objetivos históricos irrenunciables. La dialéctica del conocimiento explica perfectamente por qué se
asumían planteamientos novedosos de otras organizaciones, excepto en las cuestiones de identidad de
objetivos irrenunciables y de sus correspondientes estrategias.
Este mismo análisis podríamos extenderlo a las consecuencias para la izquierda mundial de las dos
grandes depresiones anteriores, viendo cómo a grandes rasgos y dentro del desarrollo desigual y
combinado, esas crisis y las oleadas de luchas que se propiciaron con el estallido de las
contradicciones, facilitaron la creación de organizaciones nuevas o que se escindieron de otras ya
anquilosadas. Lo que ocurre en la depresión actual es que ahora el capital debe enfrentarse a problemas
nuevos, que no existían ni a comienzos ni a mediados del siglo XX, y que añaden dificultades cada vez
mayores a los ya de por si crecientes frenos internos a la acumulación de capital. El debate sobre los
límites del capitalismo surgió antes del marxismo, intensificándose cada vez que la salida de una crisis
se hacía a costa de echar el balón hacia adelante a patada limpia, es decir por la guerra y/o por otras
formas de violencia, posponiendo para un futuro el estallido de nuevas crisis más devastadoras. Esta es
la lección histórica incuestionable. Y ahora, y de forma cada vez más alarmante desde 2007, se está
intensificando aquel debate iniciado con la economía política clásica, liberal, colonialista y
premarxista.
La hecatombe de 2007 también hizo que surgieran organizaciones nuevas o a partir de grupos
anteriores: en el Estado español tenemos a Podemos, Ciudadanos, Vox, multitud de colectivos de
izquierda en barrios y pueblos, etc.; en las naciones oprimidas otro tanto. La socialdemocracia clásica,
el laborismo y el partido demócrata yanqui, por centrarnos en ellos, sufrieron y sufren tensiones con sus
alas reformistas duras. Incluso la “derecha civilizada” alemana, británica, francesa, por no hablar de la
extrema derecha sufre presiones por sus derechas “más derechas”. Recientemente tenemos en los
chalecos amarillos franceses un ejemplo de libro: el salto en la compleja lucha de clases con la entrada
en escena de fracciones de la clase obrera dormidas hasta ahora, que demuestran un dominio excelente
de las intercomunicación horizontal y autoorganizada superando las limitaciones de las célebres
“mareas” en el Estado español.
También tenemos otras luchas obreras y populares en Europa silenciadas por la prensa, o que no tienen
más remedio que citar como la irrupción de la mujer trabajadora, del pensionado, de la juventud, de los
movimientos populares de consumidores, las reivindicaciones de la polisexualidad, colectivos
antirracistas, de apoyo mutuo, de libertad de expresión, de lucha internacionalista, de cultura crítica,
socioecología y de calidad de vida, etc. Semejante policromía recuerda la exquisitez analítica de Lenin
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en el ¿Qué hacer ?, o de Rosa Luxemburg cuando pulverizaba a quienes decían que la lucha de clases
estaba desapareciendo, o la precisión quirúrgica de Mao sobre las clases sociales en China… Uno de los
peores efectos que sobre la militancia abertzale ha tenido la socialdemocratización ha sido el desprecio
engreído de la teoría marxista en general y en este caso en concreto de la organización.
Pues bien, esta aparente “vuelta” -nunca se fue- de la lucha de clases y a la vez de los neofascismos y
fascismos, como su unidad de contrarios, solo se explica mediante la dialéctica entre la espontaneidad y
las pequeñas organizaciones de izquierda que siempre resisten mal que bien, con dificultades, en el
interior de la clase trabajadora en los períodos de relativa calma. Esta dialéctica se acelera durante las
crisis fortaleciendo con frecuencia a las organizaciones revolucionarias que han sabido aguantar en las
largas sequías si es que no cometen errores de sectarismo, dirigismo, etc. Durante las sequías sociales
es vital no solo conservar la memoria de lucha y resistencia, la dignidad, sino también es vital seguir
desarrollando la teoría porque siempre se deben extraer lecciones de la realidad en movimiento, sobre
todo cuando parece que ese movimiento no existe, se ha paralizado y se ha impuesto la quietud, la
“normalidad democrática”.
Pongamos un ejemplo del valor de la teoría: en un debate reciente salió a colación el papel de la
sociología como instrumento del capital, además de sus propias limitaciones para comprender los
cambios cualitativos y súbitos. Se hablaba de las manipulaciones sociológicas del PNV-EITB como la
del informe de finales de 2017 sobre la supuesta despolitización de la sociedad vasca, precisamente
cuando se estaba viviendo una recuperación de las luchas como se vería a los pocos meses. Lo
significativo fue que esa supuesta despolitización fue aceptada como verdadera por Naiz-Gara, que
encima quiso hacernos creer que daba la razón a un vocero de EH Bildu que había dicho lo mismo
poco antes. Una suficiente preparación teórica y sobre todo una vivencia interna en el malestar social
creciente, hubiera bastado para descubrir la tramposa manipulación alienadora del PNV-EITB, pero las
y los lectores de Naiz-Gara no tuvieron a su disposición una crítica teóricamente rigurosa de las
limitaciones inherentes a la sociología y de su función política.
Este ejemplo, que podemos extenderlo al ridículo total de la sociología y de la casta política francesa
para siquiera intuir la irrupción de los chalecos amarillos que también se movilizan en Euskal Herria,
nos abre la puerta para entrar definitivamente al tema, en donde también se ha repetido la constante
según la cual durante las crisis tienden a crearse o escindirse nuevas organizaciones. Dejando intentos
fugaces que no llegaron siquiera a tener nombre, terminaron apareciendo colectivos como IBIL, el
movimiento popular Amnistia Ta Askatasuna… mientras que otros movimientos populares, colectivos y
personas reconocían cada vez más su distanciamiento con respecto al abertzalismo oficial. La decisión
de suprimir la gran autonomía de la llamada “cuarta pata”, los movimientos populares, encorajinó el
choque ya de por sí duro. Los movimientos populares pasarían a ser simples correas de transmisión
perdiendo su histórica autonomía que fue uno de los secretos de la gran fuerza de masas del MLNV.
Quedarían solo “tres patas”: sindicato, organización juvenil y partido. Ya ha surgido la reflexión sobre
si rápida o lentamente, al final el partido terminará dirigiendo al sindicato y a la organización juvenil.
Visto lo visto, es por tanto muy comprensible que se aceleren las dinámicas que, según se comenta,
pueden ir confluyendo en una corriente más amplia que temprano o tarde se autoorganice por su cuenta
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dentro de la izquierda abertzale en su sentido amplio. Hablando un poco hegelianamente, se diría que
su existencia correspondería a una especie de “ley histórica” confirmadas situaciones similares. Desde
esta perspectiva hay que decir que su aparición, de producirse, no sería negativa para el conjunto de la
lucha de liberación nacional de clase, aclararía posturas, sacaría a la luz debates que ahora se mantienen
entre silencios y serviría para movilizar fuerzas ahora desilusionadas, que permanecen en la pasividad.
Nadie, ninguna organización, puede negar el derecho a crear algo nuevo, y sería un error garrafal
intentar destruirlo con trucos sucios.
Yo no soy nadie para decir cuando tiene que surgir ese colectivo y menos cómo debe hacerlo. Los
dirigismos mesiánicos han fracasado siempre.
En estos años de orfandad organizativa se han podido dar casos de “iluminados”, organizaciones
estatales que han ido a Euskal Herria “a pescar” o incluso sinvergüenzas políticos que han
creado “chiringuitos” arrogándose la historia del MLNV… si no se crea organización… ¿Piensas
que este tipo de “fenómenos” podría consolidarse ?
Personalmente veo incorrecto que izquierdas que se sienten españolas y que creen que la única forma
organizativa posible es la sometida al centralismo estatal, tengan o busquen implantación en las
naciones oprimidas por su propio Estado. Pienso que es una ceguera absoluta no haber comprendido
aún las terribles lecciones del fracaso de la URSSestalinizada a la hora de resolver el agudo problema
del nacionalismo imperialista gran-ruso. A pesar del triunfalismo oficial sobre la resolución de los
llamados “problemas nacionales”, rápidamente se demostró que el fortalecimiento de nacionalismo
gran-ruso era necesario para estabilizar el poder de la burocracia y que este fue uno de los detonantes
de la implosión de la URSS. Es ilógico mantener contra viento y marea tesis organizativas en lo
territorial después de casi 102 años del inicio de la revolución bolchevique que en los primeros años
resolvió magistralmente este asunto, pero fue desbordada luego por el renacer del nacionalismo granruso. Es dogmático y suicida para esa izquierda querer trasladar mecánicamente la experiencia en sí
misma contradictoria de un imperio tan diferente a las naciones oprimidas por el Estado español, en
otra fase capitalista, con una estructura de clases diferente, con medios de comunicación en tiempo real
que no existían entonces…
Por lo que yo sé, la mayoría de las izquierdas revolucionarias españolas asumen y defienden el derecho
de autodeterminación, aunque son menos las que militan activamente en favor de la independencia
socialista de las naciones oprimidas por su Estado. Pero también existen, por un lado, colectivos que
dicen claramente que ahora no hay que movilizarse por la independencia, que hay que esperar a que
adquiera más fuerza, que hay que esperar a ver si se refuerza o se debilita, para decidir entonces qué
postura tomar. Ven la independencia como una reivindicación más de un sector de la población, un
frente de lucha táctico sin valor estratégico en el que se debe incidir según las circunstancias puntuales.
Creen que lo decisivo es la lucha unitaria en el Estado nacionalmente opresor, la conquista de la
República española como vía para resolver problemas secundarios como el de los derechos nacionales.
No comprenden la dialéctica del desarrollo desigual y combinado que ahora es, como mínimo, a escala
europea ; no entienden qué es eso de lucha nacional de clase ni tampoco qué es el marco autónomo de
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lucha de clases. No comprenden porqué la lucha de clases en Euskal Herria tiene particularidades y
singularidades que no existen ni en España ni en Francia.
Por otro lado, existe por ahora una reducida corriente nacionalista de izquierdas que sostiene que los
“separatismos” son reaccionarios, que el Estado socialista español ha de ser centralizado. No hablo de
las diversas familias del reformismo de Izquierda Unida, del Partido Comunista de España, etc., sino de
grupos que se definen comunistas. Tenemos que establecer con todos ellos relaciones fraternales de
debate riguroso sobre el socialismo y el comunismo y la estrategia adecuada haciendo especial hincapié
en el imperialismo y las opresiones nacionales, y en el Estado como forma política del capital.
Existen condiciones sociales que facilitan que sectores de la juventud trabajadora acepten los
argumentos sobre la prioridad de la revolución en el Estado, porque no encuentran argumentos en la
Izquierda Abertzale en su conjunto. Aunque en Sortu y en Ernai-Aitzina se aprecia muy recientemente
un intento de recuperar cierta imagen y contenido socialista, tenemos que tener en cuenta las ataduras
que han aceptado con respecto a EH Bildu arriba comentadas, lo que les frena casi en seco a la hora de
explicar el marco autónomo vasco de lucha de clases, la lucha de nacional de clase, la dialéctica entre
clase obrera y pueblo trabajador, el papel clave del movimiento popular, la autoorganización del poder
juvenil en gaztetxes, etcétera. Lo tienen aún peor: no se puede explicar lo que no se practica porque la
mejor pedagogía es el ejemplo. Si surge esa organización de izquierda abertzale, sin duda ese será uno
de sus campos de acumulación de fuerzas independentistas.
Además de esto, sí pueden existir intereses para apropiarse de la tradición y de los logros
incuestionables de la Izquierda Abertzale, desvirtuándolos. No sería la primera vez. De hecho, esa
especie de “robo” ha sido y sigue siendo un hábito en muchas izquierdas europeas que han intentado
apropiarse en su provecho de la heroicidad de las guerras revolucionarias de liberación nacional en el
mal llamado Tercer Mundo. La adoración casi fetichista de Che, de Mao, de Ho Chi Minh, de Cabral,
de Marighella, de Sankara, de Marulanda, de Sendic, y cada vez más de revolucionarias decisivas,
etcétera, ha servido para tapar las enormes incapacidades de grupúsculos que, para colmo, se creen en
el derecho de dictar órdenes a otros pueblos que sí luchan. Para algunos de estos grupos sería una baza
manipular la historia del MLNV para usarla como aval.
Argala, Txabi Etxebarrieta, la V Asamblea… ese tesoro ideológico… ¿No crees que sin
referencialidad organizativa pueda perderse o caer en manos de los citados en la anterior
pregunta ?
Cabe esa posibilidad, pero hay otros dos problemas realmente graves, a saber: que ese tesoro se pierda
definitivamente, o peor, que sea tan edulcorado, tan descafeinado, tan purgado de su fuerza
revolucionaria, de su atractivo ético y de su potencial de futuro que al final sirva para justificar un
reformismo que se legitime en figuras mitificadas, vaciadas de sí mismas. Los tres peligros son ciertos.
El primero de ellos, el que tú planteas, es el más fácil de evitar mediante una permanente discusión
teórica con esas izquierdas. El segundo, borrarlo definitivamente, es la obsesión del capital, y está
directamente relacionado con lo visto al principio sobre conseguir que la supuesta “derrota policial” sea
en realidad la extirpación de las raíces sociales que hacen de ETA un fenómeno activo políticamente en
la memoria popular, aunque ya no exista como organización. Una parte de la llamada “batalla por el
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relato”, que en sí es una dura batalla política, busca simplemente destruir todo “relato” que no cuadre
con el nacionalismo español más reaccionario.
La tercera y última es la más peligrosa y a la vez las más fácil porque no se intenta acabar con toda la
historia de sesenta años, sino lo que se busca en realidad es acabar con los contenidos que siguen
siendo válidos en el presente y lo serán en el futuro. Se individualiza a algunos militantes
especialmente apreciados, se les aísla y descontextualiza, se rompe la relación interna entre sus ideas y
proyectos políticos con los que entonces existían de modo que no hay apenas posibilidad de contrate y
se “demuestra” después que el presente ha cambiado cualitativamente, que ya no es la misma sociedad
vasca que entonces existía. De este modo, pueden ponerse imágenes de Argala, por ejemplo, en algún
periódico incluso con una frase suya que siga impactando emocionalmente, pero se le ha quitado la
estrategia de largo alcance, y los objetivos por los que luchó pueden ser difuminados hasta volverlos
irreconocibles.
En los dos peligros últimos están presentes diversos “relatos”: estamos frente a un mercadillo de
cuentacuentos que coinciden en que el pueblo ignore el contenido político socialista y comunista de
ETA al menos desde su IV Asamblea. Paseemos por el supermercado de las ideologías en general y de
los “relatos” sobre ETA y podremos quedarnos con el que más nos guste, y cuando nos cansemos de él
lo cambiaremos por otro, y por otro…
Una última pregunta… En la reciente feria del libro de Durango el colectivo Boltxe ha presentado
un libro que lleva tu firma junto a la de Josemari Lorenzo Espinosa acerca de nacionalismo
revolucionario vasco con una portada que no deja lugar a dudas… háblanos del libro y de lo que
habéis tratado de trasmitir.
El libro es una continuación y extensión del primero -ETA. La historia no se rinde- y pretende
desarrollar cuestiones importantes que en el primero no tenían cabida, además la editorial Boltxe ha
añadido un Apéndice escrito por Jon Iurrebaso. En mi caso particular sigo el proceso de las dos
escisiones más fundamentales, la de la Oficina Política en 1966 – 1967 y la de la Dirección en el
interior en 1970. Intento mostrar cómo se fueron creando las primeras bases de lo que algunos
definimos como “marxismo vasco” precisamente durante aquellos años decisivos. Luego vendrían otras
discusiones y escisiones, seguidas parcialmente en la Introducción al primer libro, tenían contenidos
diferentes porque ya se había asentado una visión común muy diferente a la de ETA berri-MC y ETA
VI-LCR.
En realidad, una de las causas de estas dos escisiones ya estaba presente en 1964, año de la IV
Asamblea en la que ETA asume un socialismo algo borroso en muchas cosas, pero con un principio
interno que explica lo sucedido hasta hoy: en ese año, en un documento de la organización se afirma
que lucha por algo inconcebible para el resto de fuerzas políticas: la independencia de un pueblo que
quiere construir el socialismo en el centro de Europa. Si lo analizamos bien, toda lucha dirigida a la
supresión de la propiedad privada en cualquiera de sus formas, es sentida como inconcebible, como
inimaginable por el poseedor de esa propiedad que ha sido arrancada a la comunidad, al pueblo. Euskal
Herria es propiedad privada del capital financiero-especulativo, no es propietaria de sí misma como
nación trabajadora explotada. Su independencia y la desmercantilización de la lengua y cultura vasca,
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es decir, su supervivencia, solo será real en la medida en que exista un poder obrero y popular que
dirija la recuperación de la propiedad colectiva. Un ejemplo de todo lo que hemos visto, es que ahora
este objetivo histórico que sintetiza en y para Euskal Herria la historia de la humanidad explotada,
también es visto como inconcebible por sectores de la Izquierda Abertzale.