ANOTACIONES SOBRE EL TEMA DE LA VIVIENDA
Viviendas “sociales”, alquiler “social”, y un largo etcétera de calificativos “sociales” equiparables a lo anteriormente expuesto sobre los comedores “sociales”, prestaciones “sociales”,… que como hemos visto son artilugios para mantener la exclusión social, la caridad y la filantropía, todo ello alejado de la construcción de una sociedad en la que las personas dejen de ser objetos y se conviertan en sujetos activos de su presente y futuro.
Aunque sea a modo de recordatorio, mirando hacia atrás ya en el siglo XVIII los denominados socialistas utópicos (Owen, Fourier) y sus antecesores (Saint-Simón) elaboraron propuestas e incluso llevaron a efecto algunas “experiencias” (la fábrica textil de New Lanark, similar a las colonias que llenaron los márgenes de los ríos Cardener, Llobregat, Freser y Ter en la Catalunya del siglo XIX), posteriormente el traslado a Indiana en un experimento comunitarista (New Harmony). Por su lado Fourier elaboró los esquemas de los falansterios que nunca se llevaron a cabo. Todo ello sin poner en tela de juicio la propiedad privada ni el sistema capitalista.
Ya en el siglo XIX, de la mano de Proudhon, se volvió a poner en primera línea el llamado “problema de la vivienda”, que según las teorías proudhonianas debería resolverse adquiriendo la propiedad de la vivienda por parte de cada unidad familiar, disponiendo de ello de los créditos otorgados por un peculiar sistema crediticio a través de su “Banco de Cambio”.
Propiedad y alquiler han sido los términos utilizados, dejando de lado u soslayando el tema de la propiedad privada de la tierra tanto rural como urbana y su necesaria expropiación. No es de extrañar la búsqueda de soluciones cuando las teorizaciones estaban enmarcadas de un rancio espíritu pequeñoburgués derivado por un lado de la fuerza de la cultura agraria y por otro lado la voluntad reformadora ante las lacras derivadas de la revolución industrial ya fuera ésta en Inglaterra, Alemania o Francia.
Fue en 1872 que Federico Engels analizó desde la perspectiva revolucionaria el tema de la vivienda en una serie de artículos en el periódico Volksstaat de Leipzig en lo que podríamos denominar la aportación marxista al tema de la vivienda y poniendo en primer lugar la crítica a la propiedad privada, base del sistema capitalista.
Casi en el mismo período temporal, en España, en Madrid concretamente se aprobó un macroproyecto especulativo denominado “Ensanche Madrileño”, con la construcción de miles de viviendas. Fue la primera burbuja inmobiliaria netamente española. Desde 1860 a 1865 la especulación del suelo o la edificación de inmuebles, tanto en el interior del casco urbano o en el proyectado ensanche, atrajeron buena parte de los capitales disponibles, a la vez que se convirtieron en el principal sector generador de ocupación. En este período los precios del suelo se dispararon: así, el precio medio del pie cuadrado (12, 88 pies = 1m2) edificado en Madrid pasa de 71,33 reales en 1860 a 182,55 reales en 1863.
A partir de 1866 el sector inmobiliario madrileño ofrece un claro desnivel: se ha construido demasiado y muy caro por las pocas posibilidades de consumo de una sociedad como la madrileña; por otro lado, la especulación con terrenos en el ensanche ha llegado al máximo, de tal modo que los precios del suelo inician una caída a partir de 1865 que se desploma en picado: de 144 reales/pie cuadrado en 1865 se pasa a 51 reales en 1870.
Esta caída de los precios, junto a los inmuebles sin vender, se traduce en la disolución o quiebra de las compañías inmobiliarias y de las innumerables cajas de ahorro especializadas en este tipo de negocios. Una enorme cantidad de trabajadores de la construcción que habían llegado a Madrid desde pueblos vecinos quedaron sin trabajo, haciendo aumentar el barraquismo en las zonas periféricas por causa de haber vendido todas sus pertenencias en las localidades de origen para pagar la entrada de las viviendas que previamente habían hipotecado y que la falta de recursos económico les había impedido pagar los plazos con lo cual se quedaron sin trabajo, sin techo y sin posibilidades de regresar a sus pueblos de origen. En resumen: Una multitud de viviendas vacías, un gran aumento de la mendicidad, mientras por otro lado se crearon enormes fortunas.
Cierto parecido con la burbuja inmobiliaria de 2008 hasta hoy en que mientras existen miles de viviendas vacías hay multitud de familias a la búsqueda de un techo.
No podemos sustraernos a una realidad y es que más de un 60% de las viviendas están en régimen de propiedad. Dicha propiedad (la perteneciente a la clase obrera) ha venido determinada por unas actuaciones que en su momento fueron un faro para la propaganda interior y exterior del franquismo: el Acceso Diferido a la Propiedad cuyas bases teóricas venían plasmadas en el llamado Fuero de los Españoles (Título XII apartado 2) y que eran llevadas a cabo por la Obra Sindical del Hogar y por el Ministerio de la Vivienda sin intervención de la banca por lo que respecta a los compromisos de pago, con la salvedad de las personas particulares que quisieran construirse su vivienda.
Todo ello a diferencia de lo que posteriormente a la segunda guerra europea fue la política de la vivienda en Francia, por ejemplo, a través de las HLM (Habitation à Loyer Modéré), los Siedlungen alemanes o los Council Housing ingleses que excluían el acceso a la propiedad pero cuya similitud con España era que en todos los casos las edificaciones se realizaban en los extrarradios de las ciudades, que posteriormente se fueron convirtiendo en guetos en los cuales almacenar las familias excluidas del sistema productivo, gentes sin la posibilidad ni tan solo de ser explotada, viviendo de la asistencia social.
Cualquier propuesta debe tener en cuenta estos factores, es decir respetar la propiedad de la vivienda de aquellos que la han conseguido a través de su trabajo. En cuanto al alquiler ya sea social o libre es un concepto que vale la pena acercarnos a él para determinar su esencia. En primer lugar el concepto de alquiler supone la búsqueda de una rentabilidad al capital invertido en forma de inmueble y por ello su cuantía viene determinada por los diversos índices económicos sobre rentabilidad del capital, o en el caso de los llamados alquileres sociales indexados sobre unas cantidades aleatorias si bien con unos tipos que no deben sobrepasar el 30% de los ingresos familiares, de todos modos es una situación en precario puesto que la duración inicial es de tan solo dos años. Podríamos decir que el concepto de alquiler social es un paliativo para situaciones de emergencia social temporal. No es en absoluto una propuesta de organización social y urbanística con perspectivas de futuro y en todo caso alejada de cualquier similitud socialista.
¿Cuál sería la propuesta? Para contestar esta pregunta, ante todo deberíamos acercarnos a lo que fue un intento de construcción de una sociedad socialista, que hicieron, como lo hicieron y con que perspectiva. Para ello, y por la fácil lectura, es interesante hacer referencia a dos Leyes aprobadas en Cuba al inicio de la Revolución, una a los tres meses (marzo de 1959) que reducía todos los alquileres en un 50%, y la posterior Ley de Reforma Urbana de Octubre de 1960 que intentaba sentar las bases para el presente y para el futuro. Tan solo a modo de ejemplo (se puede consultar el texto completo de la Ley en la Gaceta de 14 de Octubre de 1960):
“Artículo 1.- Toda familia tiene derecho a una vivienda decorosa. El Estado hará efectivo este derecho en tres etapas:
- Etapa actual.- El Estado viabilizará la amortización de la casa que habite cada familia con lo que actualmente paga por renta en un período que no será menor de cinco años ni mayor de veinte años, fijado el acuerdo con el año de construcción del inmuebl
- Etapa futura inmediata.- El Estado con los recursos provenientes de esta Ley y otros recursos, acometerá la construcción masiva de viviendas que serán cedidas en usufructo permanente mediante pagos mensuales que no podrán exceder del 10% del ingreso familiar.
- Etapa futura mediata.- El Estado con sus propios recursos construirá viviendas que cederá en usufructo permanente y gratuito a cada familia.
Tenemos pues unas bases en las cuales pensar en el momento de elaborar propuestas para nuestro futuro desde una perspectiva de clase.
Paralelamente, se debería acometer un cambio radical en la concepción arquitectónica. Una concepción arquitectónica que contemple el acercamiento a la vida en común, a vivir en “comunismo” es decir que prevalezca la posibilidad de la interacción entre los componentes de los espacios habitacionales y que al mismo tiempo se disponga de espacios individuales en los cuales se pueda disponer de privacidad. Servicios colectivos de lavandería, cocina, espacio social,…
No puede hablarse de vivienda al margen de la estructura productiva del país, ya sea en el sector primario, manufacturero o de servicios y teniendo en cuenta la grave disparidad de concentración humana en unas reducidas áreas geográficas de Catalunya ubicadas en lo que se llama Área Metropolitana de Barcelona y un poco más allá la gran conurbación del eje que abarca desde el Maresme hasta el Baix Camp mientras que más de dos tercios de la geografía catalana está sumida en una despoblación constante fruto del desplazamiento de los sectores productivos o de las llamadas reestructuraciones y de la concentración de centros de educación superior y centros culturales en la metrópoli barcelonesa y las capitales provinciales.
Comarcas como ambos Pallars con densidades de 5,3 y 9,4 habitantes por km cuadrado, Alt Urgell con 14, Solsonés con 13 o alrededor de 30 habitantes por kilómetro en la Segarra, Conca de Barberá, Bergadá, Noguera, Ripollés, Garrigues, Moianés. Mientras que la concentración en el Baix Llobregat es de 1.666; el Vallés Occidental de 1.550; el Maresme de 1.107; el Tarragonés de 777; y el Barcelonés de 15.609 habitantes por kilómetro cuadrado (L’Hospitalet 20.753; Santa Coloma 16.799; Badalona 10.303; Sant Adrià 9.463 y Barcelona 15.866)
Es absurdo reivindicar la construcción de más viviendas ya sean de compra, de alquiler o simplemente gratuitas en una comarca como el Barcelonés con la densidad antes mencionada. Se trata entonces de ver en una perspectiva de futuro como se descongestiona el área metropolitana de Barcelona y se exigen soluciones de equilibrio territorial para el conjunto de Catalunya. Todo ello de la mano de una política de expropiación de tierra urbana y rural sin cultivar.
Esta simbiosis entre propiedad pública, equilibrio territorial, descentralización industrial y de servicios, planificación y nuevas formas de convivencia pueden aportar soluciones a lo que hoy se llama el “problema de la vivienda”.
Según el último censo público de viviendas de Catalunya (2011) habían 3.863.381 viviendas, de las cuales 2.944.944 eran viviendas principales; 470.081 eran secundarias (segunda residencia) y 448.356 vacías.
De todas ellas, en propiedad 2.188.657 (un 74,3%); en alquiler 582.701 y otras formas (usufructos, vinculadas a empresas, gratuitas, etc.) 173.586
De todas estas viviendas, en cuanto a su ocupación, en 2017, había en Catalunya 2.199.429 hogares o núcleos familiares unifamiliares y tan solo 8.295 hogares plurifamiliares, es decir en convivencia más de una generación.
Junto a esto los hogares unipersonales ascienden a 867.600; y de una pareja sin hijos a 719.600. Y entre los unipersonales, las personas que viven solas de más de 65 años asciende a 334.000.
¿Porque de estos datos? Para constatar que existen suficientes viviendas para alojar a toda la población y todavía queda un remanente para el futuro crecimiento demográfico.
¿Que se pretende o reivindica desde las diversas plataformas “progresistas”? ¿Qué cada persona individual habitante de Catalunya tenga DERECHO a una vivienda para ella?. Si esto es así falta todavía para construir más de tres millones de viviendas. ¿Pero Derecho a la vivienda significa que cada individuo tiene que disponer de una vivienda para él o significa que nadie tenga que estar sin techo?
Son dos cosas diferentes.
Si resulta que las viviendas de 60 a 89 metros cuadrados ascienden a 1.343.051 y los de 90 a 119 metros ascienden a 778.442 podemos llegar a la conclusión que hay un exceso de espacio inutilizado capaz de albergar a quién no disponga de techo. Pero para lo cual el enfoque tendría que apostar por la vivienda intergeneracional que al mismo tiempo es una propuesta de cohesión social.
Queda una amarga impresión que a pesar de las manifestaciones de movimiento, convivencia, organización, etc., planea una perspectiva individualista propia de la mentalidad pequeñoburguesa alejada de una perspectiva socialista.
Una propuesta cortoplacista podría ser el acercamiento de la juventud hacia las personas ancianas que viven solas mayores de 65 años (334.000) y empezar a intentar compartir la vivienda con ellas, y de paso, impedir así, la presión que realiza el capital porque abandonen el hogar donde viven. Presión la cual favorece el negocio de los “aparcamientos de viejos” llamados geriátricos puesto que de las 59.888 plazas existentes en Catalunya, 10.298 son públicas; 14.073 de iniciativa social (órdenes religiosas, fundaciones, bancos,…) y 35.517 de sociedades mercantiles.
La perspectiva a largo plazo solamente puede ser la expropiación de las viviendas vacías y las que excedan del domicilio habitual. Con ello si que en realidad se podrá disponer de un parque habitacional que asegure un techo a los habitantes de Catalunya.
Podemos decir que no hay problema de viviendas. Lo que hay es un problema de propiedad privada sobre las viviendas existentes, y sobre la tierra, equivalente a decir que el problema real es el sistema capitalista y mientras éste no sea destruido, no habrá solución al problema colateral de la vivienda así como otros problemas derivados de la explotación del hombre por el hombre (o la mujer por la mujer).
Josep Cónsola. Enero 2020.
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