Una de las mejores armas del capitalismo en su fase actual, ya sea nombrándolo como neo-liberalismo, neo-imperialismo, globalismo, etc., son además de los disparos de cañones, los disparados lingüísticamente a través de los medios de comunicación, de los sistemas educativos, de las películas cinematográficas, de las obras teatrales, de la música, de las modas, de la comida, de los conceptos de salud…
Mediante estos instrumentos, se modela una forma de pensar, y en consecuencia, una forma de estar, que conlleva una forma de vivir.
Dentro de estas campañas de modelación de las personas juega un papel muy importante el lenguaje, al cual, sin duda, debemos nombrarlo como “El lenguaje de la confusión”.
En anteriores artículos, me he referido a Víctor Klemperer y a Erik Hazan, los cuales con años de diferencia, analizaron el lenguaje de la Alemania nazi (LTI. El lenguaje del Tercer Reich) y el utilizado durante la época de Chirac en la V República Francesa (LQR. La propaganda de cada día). De todo ello, los abanderados del progresismo “woke” parece ser que no han tomado nota y prefieren correr un tupido velo que impida la visión y comprensión de los nuevos lenguajes, que como escribía Klemperer “El nazismo se introducía más bien en la carne y en la sangre de las masas a través de palabras aisladas, de formas sintácticas que imponía repitiéndolas millones de veces y que eran adaptadas de forma mecánica e inconsciente… las palabras pueden actuar cómo dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no sufrir efecto alguno, y al cabo de un tiempo se produce el efecto tóxico”.
El nazismo y el fascismo fueron formas políticas específicas del capital durante el primer tercio del siglo XX, aunque hoy, por parte del pueril progresismo, se utilizan estos apelativos para desdeñar a quienes, de una forma u otra, ponen en tela de juicio todo o partes del entramado desintegrador de la sociedad llamada occidental. Quién osa analizar en profundidad el tema migratorio y sus consecuencias, alertando de esta magna operación propiciada precisamente por el capital bajo el subterfugio humanitario, son anatematizados como fascistas. Quién osa poner sobre la mesa la capacidad social destructiva del transhumanismo y sus derivados transgéneros, es tildado de nazi. Quién osa desenmarañar el entramado inventado por el capitalismo verde y su acólito neo-ecologista, también recibe dichos nombramientos despectivos. Quién se opone a las experimentaciones químico-farmacéuticas sobre seres humanos es tachado mediante un moderno trabalenguas, como fascista o negacionista.
Podríamos seguir: quién duda sobre la veracidad propagandística de lo “políticamente correcto” es tachado inmediatamente de homófobo, transfobo, xenófobo, asemejándolo a nazismo o fascismo. Klemperer, al que aludía anteriormente, utilizaba la palabra Gleichschalten cuyo significado es sincronizar, coordinar, uniformizar, homogeneizar. Equivalente al marco de referencia (FRAME) mediante el cual el poder intenta que veamos la sociedad y el mundo, marco de referencia del cual el holandés Hans de Buijn explicita que “Es crucial que el Frame quede en la memoria y que se repita mucho, porque cada repetición refuerza las imágenes”. Y así, las constantes repeticiones de los furibundos apelativos antes mencionados por parte de quienes se consideran de “izquierda” no hacen más que contribuir al establecimiento de un marco que impide ver a los auténticos responsables de los crímenes actuales: el Imperialismo S.A., fuertemente asentado en los sillones de los consejos de administración de grandes corporaciones e instituciones filantrópicas, vestidos sin uniforme y sin realizar marchas militares.
Los apelativos descalificadores o ensalzadores forman parte del FRAME o marco de referencia, utilizado desde hace muchos años y que mediante el inestimable concurso del mundo académico de las ciencias sociales, es uno de los resortes fundamentales del poder. El lingüista George Lakoff, cerebro pensante del Partido Demócrata estadounidense y fundador del Instituto Rockridge (www.rockrid-geinstitute.org), ha sido uno de los analistas del FRAME, el cual lo define como “estructura mental que conforma nuestro modo de ver el mundo”. Fuera de este marco no hay visión, y solamente puede verse, oírse, decirse lo que está dentro de la estructura del marco o ventana a través de la cual miramos. Ventana que puede ampliarse tanto como queramos, pero los arquitectos sociales a sueldo del poder tienen órdenes de no ensancharlo nunca, no fuera caso que pudiéramos ver lo que no es “políticamente correcto” en cada momento. Y define dicho Instituto como: “El Instituto Rockridge se dedica enteramente a reenmarcar el debate público tanto desde la perspectiva política como desde la perspectiva lingüística”.
Latkoff, escribió un manual electoral para el Partido Demócrata en el año 2004 con el nombre de “No pienses en un elefante”, en referencia al símbolo del Partido Republicano. Libro del cual están extraídos los párrafos siguientes.
“…Cuando se oye una palabra, se activa en el cerebro su marco (o su colección de marcos). Cambiar de marco es cambiar el modo que tiene la gente de ver el mundo. Es cambiar lo que se entiende por sentido común. Puesto que el lenguaje activa los marcos, los nuevos marcos requieren un nuevo lenguaje. Pensar de modo diferente requiere hablar de modo diferente”
“… Para que los demócratas puedan ganar en el futuro, el Partido… no puede presentar sus programas como si fueran una mera lista de la compra. Debe ofrecer una alternativa moral más tradicionalmente americana“
“… La gente no vota necesariamente por sus intereses. Votan por aquellos con quienes se identifican. Y si su identidad encaja con sus intereses, votarán por eso. Es importante entender este punto. Es un grave error dar por supuesto que la gente vota siempre por sus intereses.”
“… Clinton se apoderó del lenguaje de los otros (los republicanos) y utilizó sus palabras. Los puso furiosos. Una técnica muy inteligente.”
“… Esto es lo que propongo como nuestra filosofía (Demócratas) en diez palabras frente a la de ellos (Republicanos):
Progresistas (Demócratas) | Conservadores (Republicanos) |
América (más) Fuerte | Defensa Fuerte |
Amplia Prosperidad | Mercados Libres |
Futuro Mejor | Impuestos Bajos |
Gobierno Eficaz | Menos Gobierno |
Responsabilidad Compartida | Valores Familiares” |
Al parecer, en estas últimas elecciones norteamericanas de noviembre de 2024, el victorioso Donald Trump, ha asimilado totalmente la consideración que Lakoff hacía de la campaña electoral de Clinton, y en sus discursos, ha utilizado los conceptos que Lakoff atribuía al discurso del Partido Demócrata (América mas fuerte; amplia prosperidad; futuro mejor; gobierno eficaz, limitación de mercados libres) tan solo un elemento conceptual discordante: la familia. Pero en un momento en que los financiadores del Partido Demócrata, exigen la desintegración familiar, el individualismo, el transhumanismo y transexualismo, un incremento de la violencia y las guerras generalizadas, la reivindicación de los valores familiares “tradicionales” ha jugado un papel importante en los resultados electorales.
Un elemento asimismo diferenciador ha sido su eslogan de “Voy acabar con las guerras”, mientras que su contrincante suspiraba por más guerras. Trump además ha trastocado el título del libro de Lakoff y lo ha convertido en “No pienses en un asno” (referente al símbolo del Partido Demócrata) y como Clinton, se ha apoderado del leguaje y un hipotético marco de referencia de sus contrincantes, y no solo una confrontación con sus programas. Aunque se debe tener en cuenta que quién detenta el poder real, tanto en Estados Unidos, como en España, no es quién se sienta en el sillón de la Casa Blanca o la Moncloa, sino aquellos que los han designado para que sean sus ejecutores, cuyos nombres generalmente permanecen en la sombra.
Josep Cónsola
Diciembre 2024