“El punto de inflexión histórico al que nos enfrentamos puede definirse diciendo que hoy no sólo “todo desarrollo de una nueva fuerza productiva es al mismo tiempo un arma contra los trabajadores” (Marx), sino que es sobre todo, y casi exclusivamente, una máquina de guerra contra el proyecto revolucionario del proletariado: ya no se trata sólo de que la selección entre todas las invenciones técnicas aplicables se haga según las necesidades de mantener el poder de clase…, sino que estas famosas “fuerzas productivas” son ahora movilizadas por las clases propietarias y sus Estados para hacer irreversible la expropiación de la vida y devastar el mundo hasta el punto de convertirlo en algo que nadie puede soñar con discutirles”. (ENCYCLOPÉDIE DES NUISANCES. Discours préliminaire)
En 1984 Jaime Semprún, puso en marcha en París la revista Encyclopédie des Nuisances (1) cuyo nombre traducido al español podría ser “La Enciclopedia que molesta” de vida efímera, (desde 1984 hasta 1992). Posteriormente junto a Miguel Amorós fundaron una editorial con el mismo nombre (Éditions de l’Encyclopédie des Nuisances), editorial que publicó textos de Günther Anders, autor de entre otros muchos títulos, el de “Gewalt – ja oder nein: Eine notwendige Diskussion”. William Morris, uno de los fundadores de la Liga Socialista britànica en 1884. René Riesel, secretario general de la Confederation Paysanne, que en junio de 1999, junto a un centenar de campesinos más destruyeron plantas de arroz transgénico del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agrícola para el Desarrollo (CIRAD) en Montpellier. Walter Benjamin, y el interesante libro de Lewis Mumford, “Le mythe de la machine; technique et développement humain” (2) y que escribiendo antes de la Segunda Guerra Mundial, desarrolló una visión del mundo moderno extremadamente crítica, particularmente de las técnicas y tecnologías militares, cuyas raíces se remontarían, a las primeras fábricas de armamento de finales del siglo XVII; es decir, mucho antes de lo que se llama la primera revolución industrial. Y que sin el incentivo constante de la publicidad, la producción se ralentizaría.
Hoy, para impedir la ralentización de la producción de armamentos la baza fundamental con que juega el capital es precisamente la propaganda de guerra, sea o no cierta, es lo de menos. Lo importante es crear un estado de ánimo generalizado alrededor de la necesidad del consumo de armamento de todo tipo, ya sean tanques, aviones, drones, buques, misiles, cañones, programas de inteligencia artificial, kits de supervivencia, panfletos, documentales, etc.
Es preciso tener, leer y aprender sobre la propaganda de guerra, sus mecanismos, sus tretas, sus engaños, que incluso un militar galardonado como el general Smedley Darlington Butler escribió en 1935 el libro War Is a Racket, (3) (La guerra es un latrocinio), donde denuncia el ejército de Estados Unidos como una herramienta imperialista de dicho país que actúa en beneficio de sus empresarios, repudió su servicio militar, alegando haber sido un guerrero de alto rango al servicio de las grandes empresas. “Tengo el sentimiento de haber actuado durante todo ese tiempo de bandido altamente calificado al servicio de las grandes empresas de Wall Street y sus banqueros. En una palabra, he sido un pandillero al servicio del capitalismo”. Dedicó los últimos años de su vida a hacer campaña contra el imperialismo, denunciando la colusión entre el capital y los militares, e intentando detener la inminente guerra mundial. (4)
O el interesante libro de Anne Morelli “Principes elementaires de propagande de guerre“ (5) en el cual actualiza el libro escrito por Arthur Ponsonby en 1928 “Falsehood in Wartime” (6) cuya versión en francés parece ser de 1941 y lleva por título “Les faussaires a l’oeuvre en temps de guerre” (7) y recientemente, en 2023, una versión en español (8) en el cual analiza la propaganda durante la guerra 1914-1919.
En el Discurso preliminar de la Enciclopedia referida se realiza la siguiente descripción: “Cada generación de revolucionarios, desde la existencia del proyecto proletario de una sociedad sin clases, ha querido persuadirse de que la lucha que estaba librando era decisiva y que la sociedad dominante había llegado finalmente al punto en que su colapso se hacía inevitable; o al menos más allá de lo cual las necesidades de su mantenimiento la obligarían a crear para la inmensa mayoría de los hombres condiciones de existencia tales que se verían de algún modo obligados a tomar conciencia y empujados a la revolución. Y cada vez, por el contrario, hemos visto que los límites de lo insoportable aún podían ser ampliados”.
Y, vemos con consternación, a tenor de los resultados de las continuadas encuestas de opinión en los diferentes países de la Unión Europea, al igual que España en el llamado barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas, se realizan copias exactas de lo referido al regreso de Fernando VII en 1823 que volviendo al absolutismo más aberrante, algunos ciudadanos desengancharon los animales que tiraban de su carruaje y ocuparon su lugar al grito de “Vivan las cadenas”. El mismo grito que claman los Verdes alemanes, los socialistas, los liberales, los demócratas de toda la vida, los cuales quieren cambiar los motores que arrastran los vehículos blindados para sumisamente, arrastrarlos mediante toneladas de carne humana.
Bien es cierto que existen pequeños archipiélagos urbanos en donde se autorizan algunas manifestaciones contrarias a la propaganda de guerra mientras dichas manifestaciones no impidan la intensificación de la producción de la industria militar. Asimismo, haciendo honor a la “tolerancia” del sistema (sólo los poderosos pueden ser tolerantes) se permiten las recogidas de firmas contra la guerra, alguna que otra canción sobre la no violencia, etc. También en Estados Unidos, a primeros de marzo de 2003, mientras asesinaban a miles de ciudadanos iraquíes, más de cuatro mil personalidades norteamericanas firmaban un manifiesto que llevaba por título “No en mi nombre”, pero ninguno se plantó frente a las industrias de armamento, ante los aeródromos y puertos paralizando la producción y envío de mensajes de muerte a miles de kilómetros de distancia. También en España miles de personas salieron a las calles clamando “No a la guerra” y firmando manifiestos, tampoco se paralizó ninguna producción ni se boicoteó ningún elemento clave del sistema.
Nada ha cambiado, ni en el tiempo ni en el espacio. Mientras estas manifestaciones se mantengan dentro de la llamada “libertad de expresión” tan solo sirven para legitimar el sistema y su aparente capacidad democrática. Pero cuando se intente salir del archipiélago urbano y se boicotee de veras la producción, se intenten paralizar las empresas armamentísticas, se corten sus suministros, se bloqueen las carreteras, aeropuertos, puertos y vías férreas, se bloqueen las señales digitales, etc., aquí se acaba la democracia y el llamado peso de la ley y la represión más atroz caerá sobre los insurrectos.
No es para desengañar a nadie, no es para amedrentar, no es para retroceder, es para saber, para tener en cuenta y tomar todas las precauciones necesarias para hacer frente a la represión, a lo que Víctor Serge denominaba “Todo lo que un revolucionario debe saber sobre la represión” (9) en el cual dedica un apartado al problema de la “ilegalidad” de la siguiente forma “el fetichismo de la legalidad fue y sigue siendo uno de los rasgos característicos del socialismo favorable a la colaboración de clases, lo cual conlleva la creencia en la posibilidad de transformar el orden capitalista sin entrar en conflicto con sus privilegiados. Pero esto más que indicio de un candor poco compatible con la mentalidad de los políticos, lo es de la corrupción de los líderes, instalados en una sociedad que fingen combatir, recomiendan respeto a las reglas del juego. La clase obrera no puede respetar la legalidad burguesa salvo que ignore el verdadero papel del Estado”.
O, tal vez debemos hacer nuestros los planteamientos del filósofo alemán Günter Anders expresados en el pequeño opúsculo escrito en 1987 “Gewalt Ja oder Nein – Eine notwendige Diskussion” (10) cuya traducción en la edición española se titula “Estado de necesidad y legítima defensa”, (11) del cual es provechoso transcribir algunos párrafos: “Hoy nuestras pretendidas acciones políticas son espantosamente similares a las de los años sesenta. También aquellas contemporizaban entre el ser y el parecer, y, ciertamente los que llevaban a cabo aquellas acciones creían haber pasado el límite de la teoría pura, aunque en realidad se convertían en “actores” y tan sólo en el sentido de la palabra “actores. Hacían simplemente teatro. La verdad es que tenían miedo de actuar verdaderamente. El teatro y la no violencia son parientes cercanos”… “Nuestra máxima debería ser: Si así tiene que ser, entonces que sea de verdad, lo que significa que si nos arriesgamos a ser atacados, entonces, por favor intentemos al menos ser castigados por algo que hayamos realizado verdaderamente, por actos reales. Si se limita nuestra libertad, no tiene que ser solamente porque organicemos happenings, como ha ocurrido hasta ahora con gran placer para nuestro enemigo. Al contrario, sólo porqué nosotros, con el fin de asegurar nuestra vida y nuestra supervivencia, y por tanto la del género humano, pongamos en peligro a aquellos que ponen en peligro nuestra supervivencia”
Hace más de doscientos años que tropas extranjeras invadieron España y fueron las de sus teóricos aliados. Y, las personas deben preguntarse ¿Quién nos amenaza hoy? ¿Por qué? ¿De quién hemos de defendernos? A no ser que el peligro venga de la invasión de cien millones de extranjeros que anualmente entran en España y dejan la nada irrisoria cantidad de 126.000 millones de euros, más o menos un 12,5% del PIB. Y para esta invasión no se precisan tanques ni cañones, ametralladoras ni misiles, drones ni submarinos. Entonces ¿Para qué incrementar desorbitadamente el presupuesto militar? ¿A quién beneficia? ¿A los camareros, a las kellis de los hoteles, a los vendedores ambulantes, a los fabricantes de helados, a los taxistas, a campesinos y ganaderos,…?
Algunos políticos y sindicalistas dicen que están de acuerdo en más armamento pero al mismo tiempo con más presupuesto para las personas vulnerables, o víctimas, o necesitadas, o… Y caen en la más abyecta y cínica expresión humana, que es tanto como decir a media voz: “no nos importa que matéis a quién sea fuera de nuestra casa, pero aquí queremos vivir en paz, en todo caso ya socorreremos algunas de las víctimas de nuestros misiles, para esto somos un país solidario y no pueden recortarse los ingresos de los que vivimos de subvenciones, que somos muchos”.
Miles de profesionales de los medios de comunicación ya se han alistado al ejército informativo, para esto les pagan, creando un estado de opinión necesario para futuros acontecimientos, ya sean estos de carácter presupuestario o de obligatoriedad del servicio militar o de un incremento desmesurado del consumo.
Miles de trabajadores encuadrados en los sindicatos mayoritarios están entusiasmados en un incremento del trabajo en la industria militar, ¡hará bajar el desempleo!, dicen, mientras corren a comprar los kits de supervivencia anunciados por títeres mediáticos y hacen acopio de lo inimaginable para que en el hipotético momento X anunciado, puedan sobrevivir encerraditos en casa al igual que durante el ataque propagandístico de un invisible virus, frente al televisor y con una máscara antigás colgada detrás de la puerta.
Y, una pregunta maliciosa: ¿Qué harán los funcionarios de la educación cuando se les exija que a los niños y niñas desde primaria se les instruya en la inmediatez de una guerra próxima? ¿Se negarán a ello? ¿O, preferirán mantener su estatus funcionarial a costa de ser parte de la Propaganda de Guerra, cómo hicieron durante el llamado Covid?
Mientras tanto, el dinero ficticio fluirá por todos lados, ya que una vez desmantelada la propia capacidad industrial integral y articulada, tal como está en nuestro país desde hace años, lo que despunta es fabricar artilugios militares para mantener que la calandria social de vueltas permanentemente en una apariencia de normalidad, la “nueva normalidad” ya anunciada desde las tribunas del Foro Económico Mundial, como emblema de la Cuarta Revolución Industrial, o Industria 4.0, nueva normalidad que precisa construir un enemigo ficticio al cual hay que combatir.
Pero el enemigo real está en casa, sentado en los Consejos de Administración del IBEX35, y mientras no tengamos esto claro, en cualquier momento pueden enviar hombres y mujeres jóvenes a cientos o miles de kilómetros de distancia a matar a quienes han demonizado y a morir para mayor gloria del capital.
Josep Cónsola
Abril 2025
REFERENCIAS
(1) http://archivesautonomies.org/IMG/pdf/situs/encyclopediedesnuisances/edn-n06.pdf
(3) https://www.heritage-history.com/site/hclass/secret_societies/ebooks/pdf/butler_racket.pdf
(4) https://www.nytimes.com/2022/01/28/opinion/smedley-butler-wars.html
(5) https://editeurssinguliers.be/livre/principes-elementaires-de-propagande-de-guerre/
(6) https://www.abebooks.com/9780939484393/Falsehood-Wartime-Propaganda-Lies-First-0939484390/plp
(8) (https://www.athenaica.com/libro/falsedad-en-tiempos-de-guerra_77439/
(9) https://www.marxists.org/espanol/serge/represion/index.htm
(11) https://traficantes.net/libros/estado-de-necesidad-y-leg%C3%ADtima-defensa