En un artículo que publiqué en el mes de enero que llevaba por título “Inteligencia artificial genética” hacía mención a la película “La isla” del director Michael Bay, que refleja un universo en el cual unos seres semi-humanos nacidos de úteros artificiales, a los que les han castrado los sentimientos, son una mercancía, son clones de gentes adineradas puestos en reserva con la finalidad de servir de órganos de recambio en cualquier momento. En este relato, el fin justifica los medios.
A primera vista parece ficción. Personalmente me parecía ficción hasta el pasado día 25 de marzo de 2025 que la MIT Technology Review (1), incluía un artículo en inglés con el nombre de “Human “bodyoids” could reduce animal testing, improve drug development, and alleviate organ shortages.” (Los “corporoides” humanos podrían reducir las pruebas en animales, mejorar el desarrollo de fármacos y aliviar la escasez de órganos).
Dicho artículo está firmado por Carsten T. Charlesworth, investigador postdoctoral en el Instituto de Biología de Células Madre y Medicina Regenerativa (ISCBRM) de la Universidad de Stanford. Henry T. Greely, profesor de Derecho y director del Centro de Derecho y Biociencias de la Universidad de Stanford y Hiromitsu Nakauchi, profesor de genética y miembro del profesorado del ISCBRM de la Universidad de Stanford.
La Universidad de Stanford cuyos experimentos sobre el control humano ya se hicieron famosos en 1971 con el llamado Experimento de la prisión de Stanford financiado por la Armada de Estados Unidos, este experimento liderado por el profesor de psicología Philip Zimbardo, pretendía investigar el efecto psicológico de la percepción de poder. (2). Recientemente solicitó subvenciones a los Departamentos del Ejército, la Armada y las Fuerzas Aéreas, la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) y la Fundación Nacional de la Ciencia (NSF) para sus nuevas investigaciones. (3)
De dicho artículo, “científico” como es de suponer, vale la pena extraer algunos pasajes, el primero de ellos dice así. “los materiales biológicos humanos son un producto esencial en la medicina, y la escasez persistente de estos materiales crea un importante cuello de botella para el progreso. Crean un desequilibrio entre la oferta y la demanda”.
Con lo cual lo “científico” se transmuta a mercantil. Y sigue: “Los recientes avances en biotecnología ofrecen una vía para producir cuerpos humanos vivos sin los componentes neuronales que nos permiten pensar, ser conscientes o sentir dolor… la tecnología de úteros artificiales avanza rápidamente, y podrían estar abriéndose otras vías para permitir el desarrollo de fetos fuera del cuerpo… Estas tecnologías, junto con técnicas genéticas establecidas para inhibir el desarrollo cerebral, permiten imaginar la creación de “corporoides”, una fuente potencialmente ilimitada de cuerpos humanos, desarrollados totalmente fuera de un cuerpo humano a partir de células madre, que carecen de sensibilidad o de la capacidad de sentir dolor”.
“Los bodyoides desarrollados a partir de células del paciente también podrían permitir el cribado personalizado… que refleje con precisión la genética y la fisiología personales del paciente”. (Debe entenderse el paciente con recursos)
“¿Acaso los bodyoides —creados sin embarazo, esperanzas parentales o, incluso, sin padres— desdibujarían esa línea (ética)? ¿O consideraríamos a un bodyoid un ser humano con derecho al mismo respeto? De ser así, ¿por qué? ¿Solo porque se parece a nosotros y está vivo? ¿Porque está vivo y tiene nuestro ADN?
“Gobiernos, empresas y fundaciones privadas deberían empezar a considerar los bodyoides como una posible vía de inversión… El momento de iniciar esas conversaciones es ahora, cuando el camino científico parece lo suficientemente claro… Se justifica la cautela, pero también una visión audaz; la oportunidad es demasiado importante como para ignorarla”.
De este modo, tanto al iniciar el citado artículo, como al finalizar el mismo podemos leer los conceptos “oferta, demanda e inversión”, con lo cual, sin lugar a dudas, no estamos ante el artículo de unos científicos neutros, sino ante unos mercaderes que plasman, bajo el manto curricular, las órdenes emanadas de las grandes corporaciones biotecnológicas siguiendo el catecismo del Foro Económico Mundial llamado “The fourth industrial revolution” firmado por Klaus Schwab (4)
En dicho libro “La cuarta revolución industrial”, se realizan unas suculentas premoniciones: “La cuarta revolución industrial no solo está cambiando lo que hacemos, sino quién somos. El impacto que tendrá en nosotros como individuos será múltiple, y afectará nuestra identidad y sus múltiples facetas relacionadas… y, seguramente más pronto de lo que pensamos, podría dar lugar a formas de un engrandecimiento humano que haga que cuestionemos la naturaleza misma de la existencia humana… No solo está cambiando el «qué» y el «cómo» hacer las cosas, sino «quién somos»
Según el sueco Nik Bostrom, fundador de la Asociación Transhumanista Mundial, mediante el uso de la tecnología podemos llegar a transcender lo humano, llegando a ser algo diferente, lo posthumano, según él, la naturaleza humana es totalmente modificable: “A través del uso de la ciencia aplicada y otros métodos racionales, que pueden hacer posible aumentar la duración de la salud humana, ampliar nuestras capacidades intelectuales y físicas, y darnos un mayor control sobre nuestros propios estados mentales y anímicos” (“through the use of applied science and other rational methods, which may make it possible to increase human health-span, extend our intelectual and physical capacities, and give us increased control over our own mental states and moods” (5)
Y, la “ciencia” fabricará seres, mejor dicho “cuerpos” ¿Qué es un cuerpo? Según María Moliner en su diccionario, como primera acepción lo define así: “cualquier porción de materia” (6). Y así se transforma la persona humana en “cosa” sobre la cual es posible efectuar transformaciones al igual que en cualquier materia orgánica inerte. Una tarea estrechamente ligada a la des-humanización y comercialización. Nos encontramos ante un discurso denominado científico, cuando en realidad es solamente una aplicación técnica patentable y comercializable, con su correspondiente cotización en las bolsas de valores.
Robert Kurz a principios del 2001, escribió el artículo titulado “A comercialização da alma” (La comercialización del alma), publicado en Folla de Sao Paulo (7) y nos decía: “Con la economización de todas las esferas de la vida, la economización de la conciencia avanzó en un grado hasta hacía poco inconcebible -y eso, gracias a la globalización, en los cuatro puntos cardinales del planeta, no sólo en los centros capitalistas. Cuando incluso el amor y la sexualidad, tanto en la ciencia como en la vida cotidiana, están pensados cada vez más como categorías económicas i deseados según criterios económicos, la “comercialización del alma” parece irresistible. Es lícito pensar que ya no existe ningún oasis emocional, cultural o comunitario ajeno a las garras económicas: el cálculo orientado por el lucro abstracto y por la política empresarial de costes atraviesa, en los comienzos del siglo XXI, todo el circuito de la existencia”.
Kurz ya nos alertaba del proceso que estaba invadiendo las consciencias de las personas, pero en solo 25 años el grado de perversión en que se quiere situar dicho listón ha sido de progresividad geométrica y en una tendencia, que si no actuamos para detenerla y corregirla, abre puertas a la pérdida de esencias de la propia humanidad.
Josep Cónsola
Abril 2025
REFERENCIAS
(2) https://www.bbc.com/mundo/noticias-44155389
(3) https://www.theepochtimes.com/
(5) https://nickbostrom.com/ethics/dignity
(6) https://archive.org/details/diccionario-de-uso-del-espanol-maria-moliner